Tras cinco años de silencio novelístico, Juan Manuel de Prada regresa con "Me hallará la muerte", un libro en el que, usando de trasfondo la División Azul y una historia de suplantación de la identidad, se plantea si del mal puede salir el bien.

-Uno de sus personajes se queja de la corrupción de la época (los 50). Ahora seguro que también se lamentaría, ¿no?

-Creo que esta es una época en la que se premia al corrupto. En los 50 también había corrupción, pero no tan generalizada como se da hoy. La coyunda que se da hoy, por ejemplo, entre el poder económico, el político y el mediático -aunque este cada vez tenga menos de poder y más de vasallaje hacia el poder político- es catastrófica.

-También denuncia la pérdida de identidad.

-La colonización cultural me resulta muy molesta. Me parece bien que las telecomunicaciones hayan mejorado las relaciones humanas y comerciales, pero también se produjo una colonización cultural que uniformiza nuestra forma de vestir o de comportarnos.

-Franco, dice, creó una clase media porque, si no, otra greña era inevitable. Y ahora que desaparece, ¿qué ocurrirá?

-Creo que si nuestros gobernantes perseveran en el disparate de pensar que el agujero negro que ha originado el derrumbe del capitalismo financiero lo van a llenar sustrayendo recursos de la economía real, como recortar sueldos, se están cavando su propia tumba y la nuestra, porque una economía no puede fundamentarse así. Si destruyes a las clases medias, conviertes a la sociedad en una bomba de relojería. Lo primero que hay que hacer en una situación como la de ahora es apuntalar a la gente que aún no ha perdido el trabajo porque así podrá consumir y generar más trabajo. Pero hoy se está proletarizando a las clases medias y los empresarios, que de forma absolutamente irresponsable, han aplaudido la reforma laboral, no se dan cuenta de que los que se quedan sin trabajo no consumirán los productos que fabrican, y los que lo consigan, en peores condiciones, tampoco. La única manera de hacer una economía sana es proteger el trabajo, el poco que hay. Creo que la economía solo se puede reactivar desde abajo. Es de sentido común, como que las casas se construyen desde abajo.

-Dice usted que no nos rebelamos lo suficiente...

-El sistema nos ha entrampado, pero al mismo tiempo, nos ha sobornado, nos han comprado el alma, como ocurre cuando nos venden las residencias de ancianos cuando tenemos la obligación moral de cuidarlos. Nos han quitado la iniciativa personal y ahora nos cuesta más rebelarnos. Pero hay que acabar con un sistema social injusto. Tendríamos que rebelarnos contra Europa. No pueden estar apretándonos las tuercas unos burócratas en Bruselas que no saben de España más que lo que dicen unos gráficos. Además habría que trasladar un mensaje claro a los políticos: o dejáis de ser lacayos de Bruselas y de la plutocracia internacional o dejamos de votaros. Y promover una campaña de abstención absoluta para que se den cuenta de que, si quieren representarnos, tienen que representarnos a nosotros, no a los plutócratas de Wall Street o Bruselas. Entre las formas de sobornarnos están los odios ideológicos, artificialmente creados, que nos han separado. Me da pena ver a los españoles divididos porque eso beneficia al enemigo común, a los que pretenden que el capitalismo financiero vuelva por sus fueros.

-¿Se nota la crisis en la literatura o siempre estuvo en crisis?

-Solo fue un medio de vida durante un brevísimo lapso de tiempo y creo que dejará de serlo. Seguiremos escribiendo los que lo necesitamos para vivir y habrá que buscarse las habichuelas de otra manera. Lo que siempre va a existir es la necesidad de que nos cuenten historias. Se hará de otra manera. Tal vez volvamos a ser juglares yendo por casinos de pueblo en pueblo.