Tener una máquina de fotos en casa era un lujo para las familias de los años de la posguerra. Hasta la década de los ochenta del pasado siglo no se extendió la posesión de este artilugio, hoy universalizado en tabletas y teléfonos móviles, hasta el punto de amenazar con la desaparición del oficio de fotógrafo ( Joan Fontcuberta se pregunta cómo puede ser un oficio algo que todo el mundo practica). En aquellos años no sólo era cara la adquisición de una cámara de fotos sino que los carretes que había que comprar y el proceso de revelado a cargo de un laboratorio que a veces tardaba semanas en entregar los positivos, no estaba tampoco al alcance de todas las economías.

Cuando había que hacerse una fotografía de carnet (obligatoria desde los años sesenta) o para la cartilla de familia numerosa, o se quería enviar un testimonio a los allegados, con frecuencia en la emigración, había que trasladarse a un estudio fotográfico para que un profesional procediese a tomar la instantánea, siempre en interiores, con iluminación artificial y decorados pintados, entre los que a veces se podía elegir una marina, una arquitectura clásica, unas cortinas palaciegas hechas con una colcha guateada.

.. Pero no en todos los pueblos había estudio fotográfico y por eso en aquellos años se popularizó una figura que recorría villas y aldeas viajando en motocicleta o autobús, en ocasiones a lomos de una mula o un caballo, provisto de una máquina de fotos para inmortalizar a aquellas personas que buscaban sus servicios o que casualmente estaban dispuestas a dejarse fotografiar para tener para la posteridad el recuerdo de un momento. Cuando se celebraba algún acontecimiento se llamaba expresamente al fotógrafo para que acudiese al lugar.

Normalmente eran fotógrafos profesionales que completaban sus ingresos con este trabajo extra allí donde no había estudios fotográficos. Virxilio Vieitez ( Soutelo de Montes, Pontevedra, 1930-2008) fue uno de estos fotógrafos ambulantes. Sus fotografías se pueden ver estos días en una gigantesca exposición organizada por la Fundación Telefónica en sus instalaciones de la Gran Vía de Madrid. Muchas de estas fotografías fueron recuperadas de los domicilios donde las familias las tenían entre sus mejores recuerdos.

Otras las rescató la hija del fotógrafo entre los miles de negativos guardados en las latas amontonadas en el domicilio familiar. Documento antropológico A lo largo de varias décadas Virxilio Vieitez fue retratando las personas y los escenarios de una Galicia que vivía el tránsito del agrarismo a la industrialización, elaborando desde el interior de la sociedad a la que retrataba una gigantesca crónica de la posguerra. El análisis de cada una de las fotografías que componen esta exposición proporciona algunos de los datos más auténticos para estudiar el ambiente y las gentes de Galicia desde los años cuarenta hasta 1991, cuando Vieitez decidió colgar definitivamente la Rolleiflex con la que había recorrido buena parte del territorio en torno a la comarca de Tras os Montes.

En las fotos que tomó para los carnets de identidad y las cartillas de familia numerosa están los rostros duros y enigmáticos de los trabajadores, la mirada abierta y misteriosa de las mujeres, las sonrisas de los niños y sus caras de desconcierto ante el objetivo. Aquí se contemplan, entre la nostalgia y el descreimiento, los bulliciosos banquetes de boda, que entonces se celebraban en el propio domicilio, lejos de la despersonalización de los restaurantes y los salones ad hoc. Sobre las mesas, la abundante comida de la matanza junto a las botellas en cuyas etiquetas se puede leer la marca de las bebidas y licores con que los comensales brindaban por la felicidad de los novios: anís Las Cadenas, coñac Fundador, Gran Vino Sansón.

Las fiestas y romerías, con la misa en la capilla, la procesión al aire libre y la comida a la sombra de un pinar. Los bautizos y las comuniones, con niños vestidos de marinero y niñas ataviadas con trajes infantiles de boda, como un rito preparatorio. Y junto a los momentos de alegría y bullicio, la tristeza de los entierros y los velatorios.Y una extraña mezcla de ambos, como la foto de los novios que depositan el ramo de flores en el nicho aún sin lápida de un cementerio. También hay retratos de trabajadores en el ámbito de su tarea: el aserradero, la carnicería, la obra en construcción, los campesinos arando la tierra.

Y accidentes de tráfico.Y futbolistas antes de un partido.Y artistas del circo ambulante. Algunas de estas fotografías se muestran tal como se tomaron originalmente, incluyendo el "fuera de campo" que se suprimía en la copia entregada al cliente. Estos "fuera de campo" contienen detalles impagables de testigos que no posan porque no saben de su presencia ante la cámara, o de elementos que enriquecen el contenido de las fotografías (este p r o c e d i - miento es u t i l i z a d o conscientemente por Cristina García Rodero en algunas de sus obras).

Virxilio Vieitez refleja el paso del tiempo tal como lo hiciera Nicholas Nixon con las herm a n a s Brown, al retratarlas juntas y en la misma posición a lo largo de varias épocas de su vida. Vieitez se adelantó en muchos años a Nixon al retratar a las hermanas gemelas Pacita y Dosinda en instantáneas también separadas en el tiempo. La llegada del color hizo que la mirada de Virxilio Vieitez aprehendiese con él el cambio social de una Galicia que se incorporaba a la nueva cultura de los años sesenta y a la industrialización de los setenta.

De pronto, en los intensos colores de las fotografías de Vieitez se percibe la evolución de la moda en las faldas de las mujeres y en los pantalones de los hombres, en los peinados influidos por las películas de Hollywood y las fotos de los cantantes de rock and roll, en los bañadores que las mujeres utilizan en las excursiones al río y a la playa, en las poses frente a las modernas estaciones de servicio al borde de la carretera. Aparecen los sillones de sky en el salón de las casas y las mesas de formica en las cocinas.

Los coches junto a los fotografiados (una constante a lo largo de todas las épocas) son más modernos y las carreteras están mejor asfaltadas. Estas fotografías de Vieitez ilustran la transformación social de la Galicia rural con más nitidez y autenticidad que cualquier tratado de sociología.