La buena sintonía que desde hace cuatro años une a la Real Filharmonía de Galicia y al director alemán Christoph König se ha traducido en su incorporación al plantel de la sinfónica. La actuación de hoy en el centro cultural Novacaixagalicia (20.30 horas) es su estreno como principal batuta invitado de la RFG, puesto que antes ocupaba el británico Paul Daniel, ahora director titular. Esta noche, a las órdenes de König también estará uno de los violas más destacados del actual panorama musical: Lawrence Power.

-¿Qué relación le une a la Real Filharmonía de Galicia?

-Tenemos una relación estable y amigable, muy íntima y bonita, desde hace cuatro años.

-Está también muy solicitado como director invitado en orquestas de Europa y América. ¿Cómo definiría a la RFG en comparación con otras?

-Es muy flexible, sobre todo comparada con muchas orquestas españolas. Se dedica mucho a la esencia de la música. Cuando tienes ochenta o noventa o cien músicos, a veces se pierde un poco la meta y resulta una cosa bastante industrial o institucional. En cambio, en esta orquesta se ha mantenido un espíritu de dedicación a la música, no solo a la burocracia como los que dicen "yo voy a mi ensayo y ya no me aplico mucho más". Me gusta mucho el espíritu de la RFG.

-¿A qué cree que se debe?

-Creo que, en primer lugar, es por la tradición. No es muy extensa en años, pero siempre ha sido de una orquesta íntima, casi de cámara. No solo por el tamaño, quizás también por la herencia de Helmuth Rilling (batuta titular de la RFG durante sus cinco primeros años), un conocido director alemán que trabaja sobre todo en el campo de la música antigua. Él ha atraído a mucha gente original y dedicada a esta orquesta. Creo que esta es la herencia de la RFG.

-¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta ahora?

-Artísticamente funciona muy muy bien. Los retos están fuera de la orquesta. Lo que cuenta ahora es la situación económica, en este país y en toda Europa. Lo primero en lo que se recorta es en las artes. Suelen ser definidas como una cosa añadida que se disfruta cuando tienes suficiente dinero y que, cuando no, se puede prescindir de ella. No lo comparto. Soy de Dresde (Alemania). Allí, poco después de la II Guerra Mundial, todavía no tenían sala pero la orquesta, con poco dinero, ya daba muchos conciertos a los que acudían masas de gente. Es evidente que en épocas complicadas también necesitamos música. Más aún, incluso. Este es nuestro reto, el de los miembros de la orquesta, las administraciones o las gerencias, mostrar la gran relevancia de la música en tiempos de crisis.

-¿Cuál es el camino?

-Mostrar su elevada relevancia al exterior también se podría hacer a través de programas más policromáticos, menos concentrados en el repertorio normal romántico. Programar cosas para jóvenes, para atraer a un público diferente. En Estados Unidos, como tienen que luchar por el dinero privado que es el que los mantiene, interpretan mucho pop. No quiero decir que nosotros tengamos que tocar más música de pop, pero sí que nos tendríamos que abrir a un repertorio más variado.

-¿Cómo describiría el programa que presentarán en Vigo?

-Traemos una sinfonía poco conocida de un compositor muy conocido, Antonín Dvorák. Es un poco una trampa para el público (bromea). La verdadera razón de la elección de su sexta sinfonía es que la interpretación es más importante para lograr un producto interesante para el público. La novena o la octava, que conoce todo el mundo, es evidente que interpretada por cualquier orquesta, dirigida por un mal o buen director, siempre son lo mismo, siempre suenan bien. La sexta no. No suena tan bien si el concepto es pesado o carente de ideas buenas. Además, en la primera parte, tocamos una obra de Edwin York Bowen ("Concierto para viola en Do menor") que es extremamente romántica, dulce y con harmonías casi de película. Creo que al público le va a gustar.

-¿Qué podría decir de Lawrence Power, que actuará como solista?

-Es un viola muy muy bueno, de gran calidad. Todavía no he podido conocerlo en persona (la entrevista se realizó horas antes de los ensayos con Lawrence Power), pero tengo mucha confianza.

-¿Cómo y cuándo decidió que la batuta era lo suyo?

-A los nueve. Bastante temprano. No creo que a esa edad un niño pueda tener tanta consciencia de cuántas cosas necesitas para cumplir con este trabajo, que es bastante duro. Fue un capricho de niño, una ocurrencia infantil, pero con los años seguí trabajando y formándome y he mejorado. Con el tiempo, si no somos ciegos, todos notamos que cambian las cosas o las expectativas de lo que puedo hacer o a donde puedo llegar. Con doce años mi sueño era ser director de la Filarmónica de Berlín. Con el tiempo aprendí que solo un maestro lo consigue cada cuarto de siglo. Las posibilidades son limitadas y tampoco tengo ya tanta ilusión o deseo por lograrlo.

-¿Cuál es su sueño ahora?

-Fundamental es conocer buenos músicos y estar en contacto con ellos.