"Los dictados de la sociedad inciden en la bulimia y la anorexia como trastornos femeninos pero en la vigorexia como mayoritariamente masculino" -dijo ayer en el Club FARO la escritora Espido Freire. Víctima de bulimia en su juventud, sostiene que quien no conoce estos trastornos los despacha con tres o cuatro frases pero quienes los han vivido pueden entender mejor de qué forma la mente se rebela contra algo, quizás la sociedad, que no nos gusta, y lo hace a través del cuerpo, aunque no sea enfermedades psicosomáticas sino trastornos emocionales.

Presentada por la periodista Edurne Baines, la premio Planeta 1996, cuyo último libro es "Quería volar. Cuando comer era un infierno" (editorial Ariel), habló de la diversidad de estos trastornos, desde anorexia o bulimia a ortorexia, bulimarexia ("un infierno") o vigorexia, y lanzó un mensaje: "En mi tiempo, hace 25 años, no, pero ahora se puede pedir ayuda. Es necesaria la terapia, que debe encararse "sin falsos optimismos rosas"

Para explicar cómo se vive esa situación pidió al público que se imaginara una angustia intensa y constante, sin razón conocida, sin modo de solventarla, entre gente en general joven ("aunque no solo") y que no tiene problemas básicos de supervivencia. "La anorexia -afirma- es el más visible pero no el más abundante. Con ella van disminuyendo poco a poco la ingesta de comida, el peso va bajando y hay una negación de la enfermedad. No son mentirosas es como un blindaje emocional inconsciente que niega la enfermedad. No comer es la manifestación de un profundo disgusto de lo que se exige a la mujer. Y la alarma llega cuando hay una pérdida de peso importante. Hay ocasiones en que ronda la cabeza el suicidio, vencida por el peso de obligaciones".

Continua ansiedad

"Son trastornos que afectan más a mujeres que a hombres, un 90 por ciento de builimias y anorexias. "Esa misma sociedad -dice- nos ha enseñado que lo positivo para una mujer es ser competitiva, silenciosa, muy delgada, perfeccionista, disponible sexualmente y, al mismo tiempo, con una apariencia de perfección a todos los niveles. Eso genera frustración, ansiedad, miedo, depresión... La salida más inmediata pasa por adicciones y/o trastornos de la alimentación".

Sin embargo, Espido cree que la culpa no es esencialmente ni de la publicidad, ni de la industria de la moda, aunque tengan una gran responsabilidad en esta sociedad de la imagen, ni de las madres de las afectadas más jóvenes, sino que pueden ser el desencadenante. "Posiblemente antes -dice- ya había comportamientos neuróticos, ansiedad, angustia, ataques de pánico, un carácter perfeccionista o inseguridad. Todas estas etiquetas, que son los trastornos de la alimentación, son síntomas de que la persona tiene un problema y que, para enfrentarlo, está empleando el cuerpo y la comida".

Todo esto, sostiene, luego puede derivar en una obsesión por una alimentación saludable, o saciar un hambre espiritual confundiéndolo con hambre física. Existe un problema psicológico que desborda a la persona y la herramienta que emplea para luchar contra ese problema es erróneamente la comida. Y ahí existe un elemento que tienen en común todos estos trastornos".

Afirma Freire que es un error pensar que estos trastornos son cosas de adolescentes o que esto "se cura con dos bofetadas a tiempo y un plato de lentejas". Y otro error es confundir uno de los síntomas con la enfermedad. "Aunque se equilibre la relación con la comida, si no se ataja el problema de fondo el trastorno no está curado. Puede haber, por tanto, una curación de los síntomas físicos, que son esenciales porque significa que eres capaz de contener la frustración y de cortar con lo que parece la solución más inmediata, pero eso no es suficiente".

¿Y qué ocurre los hombres? Afirma Espido que es cierto que en hombres se dan menos casos de ciertos trastornos. Pero, por ejemplo, la vigorexia -que pasa por una adicción desmesurada al ejercicio físico- es una enfermedad totalmente masculina. Si a nosotras nos inclinan hacia el control de la comida y la esbeltez, el canon de belleza de los hombres se caracteriza por el hiperdesarrollo muscular. No obstante, la sociedad es mucho más crítica con nosotras en todos los sentidos. Hay una preocupación exhaustiva por que cada una de las áreas de nuestro cuerpo estén en estado de revista. El mensaje que se manda a ellos es radicalmente distinto del que me envían a mí, por ejemplo. Y las expectativas también lo son".