Agitación, temblores y sudor. Son los síntomas de la fiebre rastreadora que se ha expandido por las comarcas del sur de Pontevedra en los tres últimos años. El pico más alto se ha alcanzado este verano: desde mayo se han celebrado casi 30 "rastrexos" con más de 13.000 plazas. Sin embargo, la oferta es tan elevada como fugaz: las inscripciones se agotan en segundos.

¿Qué motiva semejante expectación? Una carrera nocturna por equipos en el monte superando distintas pruebas. En definitiva, vivir una aventura.

Cada evento tiene una temática que articula todas las pruebas distribuidas entre los 8 o 12 kilómetros del recorrido. Los grupos, entre 6 y 12 miembros, se enfrentan a distintos retos de variable dificultad, tan originales como divertidos. "Algunos rastrexos están enfocados a las pruebas físicas, otros a la habilidad o los conocimientos, algunos son de ambientación y también los hay de sustos", explica Daniel Rodríguez Cebreiro, organizador del circuito de Xinzo, germen que extendió esta peculiar plaga.

Esta parroquia de Ponteareas -epicentro de esta divertida epidemia- celebró su 17º cita nocturna el pasado 22 de agosto. Es el más longevo, junto al de Fozara, que ha cumplido diez años. Ambos son referentes, el primero por su antigüedad y el segundo por ser el responsable de la expansión viral de los "rastrexos". "La idea arrancó de una asociación juvenil de la parroquia como un evento nocturno para los chicos de aquí, más centrada en dar sustos que en hacer pruebas", recuerda Daniel Rodríguez.

Cada vez son más los que sucumben a esta voraz fiebre. Entre los más populares se ha colado una cita que destaca por la espectacularidad de sus montajes: Arcos, en Ponteareas. Este año su gymkana tuvo como hilo argumental a la popular serie "Juego de Tronos". La recreación de sus elementos sorprendió a los asistentes: un dragón de ocho metros de alto por doce de largo, una torre vigía de "El Muro" o el mismísimo "Trono de Hierro".

Este "rastrexo" es uno de los más demandados: su preinscripción online, con plazas para 30 equipos, se agotó en apenas segundos. Otras 30 se reservaron para anotarse presencialmente el mismo día de la prueba a partir de las 20 horas. "Estábamos la tarde anterior ultimando detalles cuando a las cinco llegó gente para hacer cola. Se trajeron tiendas de campaña y se quedaron a dormir toda la noche a las puertas de la asociación", relata José Antonio Rodríguez Cuevas, organizador del circuito. Hasta 15 horas de cola. "Sabemos que hay expectación, pero nos sorprendió mucho. El año pasado hubo gente desde las siete de la mañana, pero no el día antes", recuerda.

Jacobo Valiño se contagió. Pasó de participar a lanzarse a la aventura de organizar uno este verano en su aldea: Soutolobre, en Salvaterra de Miño. "Fomos a outros e nos decatamos de que onde vivimos é un lugar perfecto para facer un porque temos covas naturais, pozas, un castro€ non hai que pasar case nada pola estrada, é todo monte", describe. Jacobo multiplicó por nueve el censo de su parroquia el pasado 18 de julio. "Aquí vivimos 70 persoas, é un sitio moi pequeno e esa noite eramos 600", relata. "Xuntamos máis xente ese día que nas festas do patrón!", exclama entre risas.

¿Cómo es un "rastrexo"?

El de Moreira, en Ponteareas, fue el penúltimo circuito del verano (cierra la temporada el de Leitarello el sábado 12 de septiembre) . Bajo el lema "A vida ao revés" los organizadores dispusieron a lo largo de 9 kilómetros 23 pruebas relativas a los ciclos del ser humano: portear un féretro, llevar en volandas a los novios en su boda o un parto. Estas se alternaban con desafíos físicos, de habilidad o memoria. Farodevigo.es devela cómo se vive un "rastrexo" desde dentro:

Un virus competitivo

Un "rastrexo" es una competición, con vencedores, aunque el premio sea más simbólico que monetario. Cada reto vale puntos y el tiempo que se tarda en realizar el recorrido cuenta ya que decide el desempate. La mayoría de los grupos acuden a vivir la experiencia pero el afán ganador se contagia en cada prueba. "La base es pasárselo bien, y ese es el ánimo con el que se hacen. Lo que pasa es que a nadie le gusta perder. Pero hay buen rollo y mucho compañerismo entre los grupos", insiste Daniel Rodríguez, quien suele competir con su equipo, "Os porquiños". La sombra de una liguilla entre los equipos más fuertes planea sobre la actividad. "A mí personalmente no me gustaría que pasase eso, sería demasiado profesional", comenta José Antonio Rodríguez. "Lo divertido es que nos convertimos en niños: nos tiramos por el tobogán, nos metemos en una poza€ jugamos", valora.

A Jacobo Valiño tampoco le seduce la idea de convertir los circuitos en un campeonato. "Habería que que ter unhas bases, unha normativa... é un poco complicado... Ademais, as puntuacións e as probas non son tan estrictas, nin os tempos son milimétricos. Non me gustaría; unha cousa é pasalo ben e outra é competir. Miña nai ten 60 anos e vén con nós a divertirse", relata. "Puede que con el tiempo se monte una liga, pero cómo ya se verá", considera el organizador de Xinzo, aunque descarta que vaya a haber "rastrexos de primera y de segunda porque perderían su esencia".

Una fiebre que debilita

Una fiebre que debilita

  • Los tres responsables de "rastrexos" consultados por Farodevigo.es coinciden en lo agotador y sacrificado que es organizar uno. Lamentan que algunos de los participantes no valoren los meses de esfuerzo que hay detrás de esa noche de diversión. Los implicados preparan las pruebas en su tiempo libre y contando con los recursos que les darán las inscripciones. "No se gana dinero", sentencian los tres.El precio oscila entre los 3 y los 5 euros por participante, lo que les da para cubrir los gatos de material para las pruebas y los permisos. Coinciden en que, en general, suelen recibir valoraciones muy positivas y que eso les anima a continuar, pero también críticas "no siempre constructivas" que les hacen plantearse si seguir adelante. Así, desanimado, se encuentra José Antonio Rodríguez Cuevas, responsable del Rastrexo de Arcos, quien confesó a Farodevigo.es que quizá "este año fuese el último."Elegir el tema, establecer el recorrido, señalizar y limpiar los caminos, comprar el material, preparar las pruebas, obtener los permisos y el seguro son tareas que suelen recaer en un reducido núcleo que lucha por celebrar el "rastrexo". Por otro lado está la búsqueda de voluntarios, ya que se necesitan entre 100 y 200 personas para que pasen toda la noche en el monte guiando a los grupos por las pruebas.Junto a este descontento existe un miedo que atenaza a los organizadores: que alguien resulte herido. "Vas por el monte de noche, como mínimo un esguince y de ahí para arriba", sintetiza el responsable de Arcos. Las inscripciones no cubren la cuantía del seguro y este recae sobre los organizadores. "Estamos valorando cómo enfocar este tema. Los 'rastrexos' desaparecerán si ocurre algún percance. Entonces nadie querrá organizarlos", sentencia Daniel Rodríguez. "Eu vexo que ás veces a emoción vai asociada ao risco e iso leva ao perigo. Esperemos que non pase nada e que os rastrexos duren moitos anos", confía Valiño. "Intentamos que la seguridad sea máxima, con recorridos y pruebas accesibles y con garantías. El trazado debe tener accesos para la evacuación de personas en caso de ocurriese algo", expone José Antonio Rodríguez.