Eduardo Cerdeira Janeiro tuvo que dejar Vigo y poner rumbo a México semanas después de nacer. Sus padres emigraron buscando un nuevo empleo y eso le impidió disfrutar de la ciudad que le alumbró por primera vez. Aunque no por mucho tiempo. Cada vez que tiene la oportunidad acude con su familia a la urbe olívica, aunque lo hace bajo una estricta norma: el viaje debe coincidir con la celebración del Cristo de la Victoria. "Es algo único en la ciudad y cada verano intento cuadrar mis vacaciones con el primer fin de semana de agosto para ver al Santo", reconoce pocas horas antes de recibir una de las medallas que la cofradía del Santísimo impondrá hoy a los nuevos cofrades. Junto a él estarán cuatro parientes. "Todos pertenecíamos a la cofradía pero nunca pudimos estar en la ceremonia", apunta. Con ellos ya serán catorce miembros de la misma familia en la congregación.

En esta ocasión su presencia está asegurada por los pelos. "El lunes tengo que regresar a México", indica Cerdeira Janeiro, quien comparte su fervor con sus amigos del país azteca. "Las veces que no he podido venir seguí la procesión por internet junto a varios conocidos y todos se quedaron impresionados por la multitud de gente", señala.

Entre los cerca de cuarenta nuevos miembros que tendrá la cofradía a partir de hoy también hay un buen número de residentes en la ciudad. Lourdes Eguía acudirá con sus dos hijos, Hugo y Lucas, tras quedarse "boquiabierta" en la procesión de 2016. "En mi familia siempre hemos sido devotos del Cristo pero por unas circunstancias u otras nunca había asistido al recorrido del domingo. El año pasado mi hijo pequeño portaba uno de los faroles de la comitiva y decidimos acompañarle. Nos quedamos impresionados con todo lo que vivimos y en ese mismo momento decidimos ingresar en la cofradía", asegura Eguía.

También accederán Begoña Vázquez, expresidenta de la Federación de Peñas del Celta, y su hija Ana. Begoña recogió la devoción por el Cristo de sus abuelos y padres y la hizo suya con el paso de los años. "Me aferré a él en algunos momentos complicados y sentí su comprensión", comenta. Hoy asiste con su hija de 13 años para sentirse más unidas al Cristo. "Es algo que no se puede expresar con palabras. Es un sentimiento tan grande que es necesario vivirlo en persona", apunta.