Cuando habla, parece que sostiene un violín imaginario en sus manos. Y es que este instrumento forma casi parte de su cuerpo ya que desde los siete años es su amigo más fiel. El violinista serbio Gordan Nikolic actúa mañana por primera vez en Galicia. Dirigirá y actuará como solista junto a la Orquesta Vigo 430, una formación en la que tocan profesores y alumnos de los últimos cursos del Conservatorio Superior de Música de Vigo. El concierto será en el Auditorio "Martín Codax" del Conservatorio (20.30 horas) con un programa compuesto por la Obertura de "Don Giovanni" de Mozart, el concierto para violín de Tchaikovsky y la Sinfonía Nº4 "Italiana" de Mendelssohn.

–¿Cuándo conoció a los componentes de Vigo 430 y decidieron unirse en este concierto?

–Nos conocemos desde 2005, ya que coincidimos todos en la orquesta Band Art, pero fue el verano pasado cuando concretamos este encuentro, que a todos nos apetecía mucho.

–Han pasado todo el fin de semana ensayando. ¿Cómo fue el primer contacto?

–Estos músicos son grandes profesionales y, sobre todo, me transmiten una capacidad de expresión muy grande, algo que considero esencial para este tipo de actuaciones. Me gustan estas colaboraciones puntuales porque los músicos consiguen sorprenderte, algo que es más difícil que te suceda con tu formación habitual.

–Menciona la expresividad como algo esencial. ¿Cuánto más que la técnica?

–Es lo principal; cuando actúo con las orquestas nórdicas les tengo que explicar que, en caso de duda, toquen con expresividad. Confío en la música como el mejor laboratorio para la vida; al igual que una conversación, los músicos tenemos que tener un propósito, no quedarnos solo en el presente, sino mirar al futuro.

–Empezó a tocar el violín con solo 7 años. ¿Cómo ha influido en su infancia, en su crecimiento personal, esta forma de vida?

–Mi padres no son músicos pero decidieron que mi hermana y yo estudiáramos en un internado para músicos porque deseaban que recibiésemos una educación que escapase de las estrictas y cerradas normas del socialismo. Se equivocaron, porque la música también tiene sus dogmas aunque es cierto que te ayuda a desarrollar tu propia visión de la vida. Para mí fue maravilloso estar en el internado porque allí aprendes de una manera muy natural, observando a los compañeros que tocan mejor que tú y no tanto a los profesores.

–¿Con qué violín trabaja en estos momentos?

–Estoy enamorado de un Petrus Guarnerius de 1735 que compré hace dos meses en Francia. Este instrumento es, para mí, mucho mejor que el Stradivarius, que se construyó para gente rica, para la aristocracia que apenas practicaba con él. Cada violín te traslada el alma de su luthier y Stradivarius era muy autoritario, con lo que sus violines no te permiten hacer muchas cosas. El Guarnerius, sin embargo, se creaba en Venecia sin molde fijo y es un instrumento mucho más comunicativo y vivo.

–¿Le esclaviza su instrumento?

–En este momento de mi vida ya no necesito practicar a diario, aunque disfruto haciéndolo con tranquilidad. Siempre tengo en la cabeza la música y medito a diario; es más una actitud que la práctica con los dedos.