"La historia es cíclica, se repite y muestra que, al final, los excesos se pagan. Con Justiniano , entre el siglo V y VI, se hizo un gigantesco programa de obras públicas pero a costa de endeudarse para el futuro. Y en su tiempo, hubo una gran revuelta contra los impuestos asfixiantes".

El ingeniero y escritor Blas Malo (Ciudad Real, 1977) concluyó ayer con esa afirmación, a modo de extrapolación del pasado hacia el presente, la charla que dio en el Club FARO sobre "Ambición, vida y muerte en Constantinopla", que le presentó el periodista Ricardo García Machuca. Una conferencia sobre una civilización que se alzó como heredera de Roma en Oriente después de que Occidente cayera en la oscuridad de las invasiones bárbaras: el imperio bizantino. Y Justiniano (482-565) fue su eje.

Malo, que acaba de publicar "El Mármara en llamas" en Ediciones B, situó a Justiniano como "el último emperador romano, el último cuya lengua materna fue el latín y el último que centró todas sus ambiciones en un gran sueño: lograr la "Renovatio imperii", la restauración del imperio romano en toda su extensión. Ello demandaba unos recursos que el imperio no poseía, y las actuaciones de sus ministros Juan de Capadocia y Triboniano , voraces recaudadores que no dudaban en emplear la fuerza y la extorsión, desembocó en la revuelta de la Niké ("de la victoria") en la que los súbditos de la capital Constantinopla se alzaron juntos contra los impuestos que los asfixiaban, y contra el emperador".

La oscura Teodora

Contó el escritor que fue su mujer la emperatriz Teodora, de fuerte carácter y de oscuro pasado, la que convenció a Justiniano para no ceder a las revueltas, "porque -dijo ella- yo no abandonaré Constantinopla ni el púrpura imperial, que es la mejor de las mortajas". Sus generales Belisario, Mundo y el eunuco Narsés, pondrán fin a la Niké, anegando la arena del Hipódromo con la sangre de 30.000 ciudadanos pasados por las armas. Nunca más tendría el amor de su pueblo.

De la destrucción saldrá la creación y reconstruirá la capital a una escala gigantesca. La joya será Santa Sofía. Los súbditos serán los sufridos de los que se financiarán todas las obras, destinadas a ser imperecederas. "El mayor legado de Justiniano €dijo€ , vanidoso, insomne, elegido por Dios, celoso del poder, lo podemos admirar contemplando la catedral de Santa Sofía, que será la mayor iglesia cristiana durante mil años. Con ella logró lo que ansiaba: hacerse inmortal".

"Belisario fue el hombre €afirmó€ que forjó el sueño del emperador, venciendo primero al reino vándalo del rey Gelimer en Cartago (lo que le valió entrar en Constantinopla de forma triunfal, portando consigo los tesoros del templo de Jerusalén saqueados por los bárbaros en Roma), y luego desembarcando en Italia, y tomando Roma misma,y toda la península itálica hasta Rávena".

Belisario tenía treinta años, sus hombres lo aclamaban, el pueblo gritaba su nombre. Era el tipo de hombre con el que se acuñaban emperadores. Celoso y temeroso de su fama, Justiniano lo aleja de Italia, de Constantinopla y lo envía a luchar contra los persas en la frontera Este, en el 540, de donde llegará en 542 una terrible plaga de peste bubónica que matará a millones de personas. 300.000 perecerán en la capital, y con Justiniano enfermo, Teodora y Narsés provocan la desgracia de Belisario, quien, desposeído de todas sus posesiones, sólo recobrará el favor del emperador cuando éste sane un año después. Se dice que Teodora se había quedado con una parte de su fortuna.

Sin Belisario, Italia se desmorona, y es enviado de vuelta en 544, más sabio y más cansado de todo. Tendrá que reconquistar toda Italia otra vez a los ostrogodos, y a punto de lograr la victoria final el imperio sufre una conmoción: Teodora ha muerto. Justiniano se hunde en el dolor y se inhibe del imperio. Es el año 548. Belisario es reclamado en la capital.

Sin herederos, Justianiano aún teme a Belisario. Será Narsés, vigoroso a pesar de sus 85 años, quien aniquile a los ostrogodos en una campaña triunfal en Italia, "y será su nombre el que recojan los cronistas, olvidando todo por lo que se había esforzado Belisario".

Bizancio cambió la historia de las religiones

¿Y qué pasaba en Hispania en tiempos de Justiniano? Según contó Malo las luchas intestinas entre los visigodos Ágila y Atanagildo harán posible que el imperio se presente en apoyo de éste último, tras solicitarle su ayuda con compensaciones si conseguía derrotar al primero. En 551, Justiniano enviará desde Italia 2000 hombres €pocos pero aguerridos€ al mando del senador Liberio, de 87 años, quien, hábil estratega, militar y diplomático, consigue conquistar para el imperio el sudeste hispano, el valle del Guadalquivir, Ceuta y las Islas Baleares. Por fin el Mediterráneo es otra vez romano.

Muerte de un emperador

"En el 559 Belisario €dijo€ acude por última vez a la llamada del emperador, para derrotar a los bárbaros en Tracia que amenazan con llegar hasta la capital. Siempre fiel al imperio, muere en paz, entre familiares y amigos, en el 565. Meses después, muere Justiniano, solo, y atormentado por el futuro. Su sueño muere con él. Con el imperio exhausto humana y económicamente, sus sucesores pagarán sus excesos, y 150 años más tarde el imperio tendrá que hacer frente a la mayor amenaza de su historia: la aparición del imperio árabe". En esa época se ambienta "El Mármara en llamas", la segunda novela de Blas Malo.

Malo reiteró la importancia de esta civilización bizantina y lo que le debe la península ibérica, a pesar de lo poco que aquí se la conoce. Su afirmación es que, si Bizancio no hubiera existido como dique de contención del expansionismo árabe, como tapón y bastión del antiguo imperio romano, quizás la historia de las religiones hubiera sido diferente.