James Wan se ha convertido en un referente en el cine de terror, pero, sobre todo, en un auténtico generador de industria alrededor de sus creaciones. Con su debut (Saw) armó una de las más importantes sagas del género de los últimos años, jugada que repitió conInsidiousy con Expediente Warren, ambas con secuelas ya producidas o en camino.

Precisamente, de esta última nace Annabelle, el spin-off protagonizado por la terrorífica muñeca que, en esta ocasión, tiene a Wan en la producción y a John R. Leonetti (habitual director de fotografía en sus películas) como director.

Recibida con silbidos en el Festival de Sitges, Annabelle echa la vista atrás y bebe de los referentes clásicos del terror sin sonrojarse. A pesar de algunos golpes de efecto y un guión harto predecible, Leonetti crea con solvencia tensión e incomodidad en una película que sería más tolerada con un presupuesto de cine B.

Quizás ahí radica el gran problema con el que se encuentra Annabelle, un filme que pertenece a un subgénero (el de los muñecos diabólicos) que goza de aceptación entre el público acólito al terror, pero despechado por el ámbito más comercial.