Es solo su segunda película como director, tras Los 3 entierros de Melquiades Alvarez que realizó en 2006, y Tommy Lee Jones vuelve a reiterar lo que ya demostró con su opera prima detrás de las cámaras, que sabe hacer cine, que es poseedor de un lenguaje narrativo más que brillante, que controla a la perfección a los personajes, dándoles vida propia y hay que lamentar que se prodigue tan poco. Es más, teniendo en cuenta la dificultad añadida de que también es protagonista de la cinta, productor y coguionista, no se le puede pedir más.

Estamos ante un western original, casi insólito porque en él la mujer adquiere un protagonismo absoluto, dotado de un innegable sentido del humor que convierte el paisaje de Nebraska de mediados del XIX en un factor dramático de peso. Y aunque se le puede criticar algunos momentos en los que sobreactúa, su interpretación es deliciosa y convierte su duelo con Hilary Swank en un interesante espectáculo. Meryl Streep hace una aparición muy corta pero impecable.

Fascinado por la novela The homesmande Glendon Swarthout, Lee Jones ha podido sacar adelante el proyecto de adaptarla a la pantalla gracias, en parte, a la colaboración francesa. Se sitúa en Nebraska, en el entorno del salvaje Oeste norteamericano, donde una mujer de 31 años, Mary Bee Cudy, asume con resignación cristiana, porque lo ha decidido la suerte, que ha de trasladar a tres vecinas de la pequeña y lejana localidad en que vive, que han perdido la razón, hasta Iowa, un viaje largo y muy peligroso en los tiempos que corren. Aunque emprende el camino sola con sus pasajeras, pronto contará con la compañía de Briggs, un vividor dedicado al robo de tierras al que salva la vida evitando que sea ahorcado. Eso sí, lo hace a condición de que le prometa unirse a la comitiva y le ayude en la complicada tarea que le espera, sobre todo por los rigores del frío, el desierto, la nieve y la presencia de los indios.