Es a menudo inquietante, atrae con varios paréntesis la atención del espectador, especialmente del público joven y adolescente, y conserva casi siempre, aunque sin evitar algunos tiempos muertos, un nivel de considerable intensidad dramática que la ha convertido ya en un acontecimiento notorio en taquilla. Su virtud esencial es la de haberse introducido en un universo, el mundo cruel, peligroso y casi apocalíptico de un futuro cercano, que retrata con realismo y tensión permanente, plasmando con acertadas pinceladas el best seller de Veronica Roth.

Mejor en la primera mitad que en la segunda, cuenta con una discreta realización de un Neil Burger conocido en España por «El ilusionista» y «Sin límites». Con claros ecos de inspiración en el esquema argumental y en el diseño sociopolítico de «Los Juegos del Hambre» y, en bastante menor medida, con alusiones a la trilogía de «Matrix», nos vemos inmersos en el Chicago de una sociedad del mañana integrada por cinco facciones: Osadía, Abnegación, Erudición, Cordialidad y Verdad. Y dentro de ellas, la que más atención recibe es la primera, que entraña para quienes se integran en la misma unas dosis considerables de rebeldía, valentía y capacidad de lucha.

Ese es el caso en el que se encuentra Tris, que ha sido catalogada de Divergente o, lo que es lo mismo, de no encajar en el sistema. Es el comienzo de una verdadera odisea, infestada de ejercicios que ponen a prueba su nivel de lucha y que la llevan al borde de la muerte, que compartirá con sus iguales y que contribuirá a cimentar su amistad y su romance con un colega, Cuatro. Con el habitual decorado de la revuelta permanente contra el poder corrupto y tiránico, que representa el personaje de Jeanine (Kate Winslet), la cinta resume la acción del grupo de «osados» por acabar con el estado de cosas al mismo tiempo que Tris va descubriendo los interrogantes que le acompañan desde siempre.