Pocos podían pensar que una historia como ésta, que habla de fanatismo religioso y de rabinos que se valen de sus artilugios mentales para mantener el inmovilismo de la sociedad, un escenario en el que la mujer ocupa un lugar subordinado, podría asumir un tratamiento no exento de humor y de frescura. Y aunque hay lugar para el drama y momentos de cierta tensión, lo que se impone es, en efecto, la comedia. Es el vehículo idóneo que ha encontrado el director Emil Ben Shimon para acercarse a una realidad que ha vivido y experimentado por sí mismo en su infancia y juventud.

Sin que haya aprovechado todas las posibilidades, que no eran pocas del tema, no se puede negar que ha conseguido efectuar un análisis válido de una comunidad ortodoxa judía que va a verse inmersa en un conflicto que pondrá de manifiesto la lucidez de las mujeres y su voluntad de cambiar de verdad las cosas.

Tratándose de su ópera prima para el cine, dado que solo había dirigido telefilms, las cosas no empiezan nada mal. La película despierta algunas sonrisas y aunque tiene alguna recaída, sabe remontar el vuelo. Solo unos breves planos descriptivos del Jerusalén en el que nos movemos bastan para que el espectador entre en materia y compruebe que las cosas siguen totalmente estancadas en un marco que no ha evolucionado en absoluto en los últimos años.

Si a esa circunstancia habitual se suma la fatalidad de un grave suceso, el derrumbe del llamado Balcón de las Mujeres, que es la parte de la sinagoga desde la que las mujeres observan los ritos religiosos, el panorama se deteriora mucho más. Lo peor, con todo, es que la mujer del rabino ha quedado muy mal parada, sin recuperarse del estado de coma, y que su marido ha sufrido una alteración de sus facultades mentales evidente.

Este el punto de partida de un conflicto que va a enfrentar a hombres y mujeres y a crear entre ellos unas barreras difíciles de superar. Naturalmente, la solidaridad se establece por sexos, de modo que mujeres y hombres se dividen en bandos en los que salta a la vista que los segundos son los que más pierden y los que menos capacidad de maniobra tienen en tal emergencia.