Divertida, incluso hilarante a veces, pero también dura y dramática, esta película era una apuesta complicada y con mucho riesgo del director y guionista italiano Paolo Virzi, que ha intentado hacer realidad una historia que no encajaba, en principio, en los esquemas de la comedia. Los buenos resultados obtenidos demuestran a la postre dos cosas esenciales, que domina como pocos el arte de contar, aún en las condiciones más delicadas, y que sabe superar todos los escollos para empatizar con un auditorio que acaba disfrutando de las dos horas de película.

Es lo que se demostró en la 'Seminci' de Valladolid, donde además de la 'Espiga de Oro' se hizo con el premio a la mejor interpretación femenina, para una impagable Valeria Bruni Tedeschi y Micaela Ramazotti, y con el del público. Sin dejar de lado que formó parte de la prestigiosa 'Quincena de los Realizadores' del Festival de Cannes.

Virzi, no hay que olvidarlo, tiene en su filmografía cosas interesantes del calibre de 'La bella vita', 'Caterina se va a Roma' y 'La prima cosa bella'.

Como refleja el propio título en su expresión literal, las protagonistas encajan en los arquetipos habituales de la locura, motivo por el cual están recluidas en un centro psiquiátrico. Las dos se hacen amigas de inmediato, a pesar de que no tiene nada en común y de que pertenecen a distintas generaciones. La mayor, Beatrice, es una rica noble venida a menos que disfruta de la vida en todo lo que puede sin sentido alguno de la responsabilidad. En cambio, Donatella es una madre soltera muy joven y pesimista que ha intentado suicidarse porque las autoridades le han quitado a su hijo.

Estas dos mujeres antagónicas van a vivir fuera de su 'cárcel' una aventura singular que es fruto de una libertad por la que están dispuestas a luchar al precio que sea. No importa lo demás porque ellas son felices solo cuando hacen lo que quieren. Con este perfil repleto de humanidad y con dos protagonistas que se ganan al público, divirtiéndole, pero sin menoscabar los sentimientos reales, la diversión e incluso la amargura se hacen realidad.