Muestra a las claras la evolución más que palpable del estilo narrativo de Claudia Llosa, patente en unos recursos cada vez más depurados y precisos que abren todavía expectativas mayores de futuro. El inconveniente, sin embargo, es que no se adentra en la medida de lo necesario en el interior de unos personajes que han vivido lastrados por unos hechos dramáticos que no han superado. Algo que se traduce en una relativa frialdad que impide que lo que asoma en la pantalla afecte en la medida necesaria a un auditorio que puede sentir que se abre entre la directora y guionista y los fotogramas un vacío que hubiera sido necesario rellenar.

De todos modos, éste es un producto con sus pegas a defender que conforma con las dos cintas previas de la directora peruana, Madeinusa y la teta asustada, una trilogía relevante. Con un comienzo que se remonta veinte años y que nos traslada a un Canadá que se ve anegado por un extenso manto blanco de nieve, el relato retrasa la presentación de las claves de la trama, que nos muestra, como decía la propia cineasta, a Nana, una madre que abandona a su hijo por el bien común; un hijo, Iván, que se abandona a si mismo y a su propia habilidad de sentir para soportar el peso de la tragedia; y una mujer, la citada Nana, que abandona su vida para continuar con su única obsesión: la de curarse.

Tres personajes que reflejan el difícil equilibrio de llevar una vida plena al tiempo que asumen su propia fragilidad y sus incertidumbres. Iván todavía siente el dolor del abandono de que fue objeto por Nana, una madre, que se fue de casa para continuar sus prácticas de sanación dejando a él y al hermano pequeño enfermo huérfanos de cariño.

Ni siquiera su pasión por la cetrería puede compensar semejante ausencia. Por eso cuando pasadas dos décadas una periodista se encuentra con Iván y, consciente de lo que ha pasado entre ellos, logra reunir a madre e hijo en un escenario donde el blanco es el único color que adquiere sentido, sus deseos de que irrumpa en toda su dimensión las diferencias que les han separado no conducen a nada positivo.