Convierte, con buen criterio, la historia bíblica de Noé en un drama familiar de alta intensidad, con momentos ciertamente terribles que impactan en el público. Sobre esta base, la película contiene periodos estimables y soluciones, como la de la entrada de los animales en el arca, espléndidas.

Pero no es, desde luego, una gran película y si bien es lógico que se tome determinadas licencias narrativas, porque hay muy poco texto en la Biblia sobre el personaje y ningún diálogo, algunas soluciones pueden parecer desorbitadas. Es el caso, especialmente, de la presencia de los llamados «Vigilantes », gigantes de piedra que ayudan al protagonista a defenderse de sus enemigos mientras lleva a cabo su tarea, que parece un recurso más propio de la serie Transformers.

En este sentido puede afirmarse que el ambicioso proyecto de Darren Aronofsky, un cineasta personal e imaginativo que debutó con la revolucionaria Pi y que se consagró internacionalmente y en la taquilla con Cisne Negro, ofrece motivos para la satisfacción y para la decepción.

En un marco realmente llamativo y a la vez fascinante y desolador, que aprovecha por completo las cualidades del paisaje de Islandia en donde se rodó, cobra vida la historia del hombre bueno que recibió la misión de Dios de construir un arca en el que debían protegerse del diluvio universal él y su familia, además de introducir en la misma una pareja de animales de todas las especies.

Ayudado por su esposa, cuyo nombre nunca se cita en la Biblia pero a la que algunos escritos denominaron Naamé; por sus hijos Sem, Cam y Jafet y por Ila, la muchacha a la que salvaron la vida y que se unirá al clan, todos harán frente a la gran tarea de evitar la extinción del hombre. Tanto es así que deberán valerse de su fuerza y de su capacidad de lucha para evitar ser víctimas del acoso de un grandioso ejército mientras construyen la embarcación.