Tan brillante y corrosiva como elocuente e infestada de humor negro, se deja sentir en todo momento la sabia mano de la directora británica Sally Potter, una de las cineastas independientes más lúcidas del panorama europeo actual. Desde que se dio a conocer con la soberbia Orlando en el año 1992, su obra ha ido ganando enteros en prestigio y en profesionalidad y aunque su filmografía no ha reventado la taquilla sí la ha ubicado en la élite del séptimo arte. Buena prueba de ellos son títulos como La lección de tango, Yes, Rage y Gibger y Rosa.

A todas ellas hay que sumar The party, que nos convierte en privilegiados testigos de la descomposición de un grupo de miembros de una burguesía acomodada y cercana al poder. El desafío que se planteó Potter fue complicado y sumamente arriesgado, ya que optó por rodar en blanco y negro y sin ningún tipo de artificio, renunciando a los efectos especiales y condensando toda la trama en un largometraje de apena 71 minutos. Eso sí, escogiendo a siete actores de probada categoría que figuran entre lo más destacado del cine inglés y con la contribución impagable de la norteamericana Patricia Clarkson y del alemán Bruno Ganz.

El experimento, si se puede calificar así, se convierte en un espectáculo espléndido que fue premiado en los festivales de Berlín y San Sebastián y que derrocha vitalidad, mala uva y hasta algunas dosis de crueldad. Los que han visto en las imágenes la huella del Buñuel de El ángel exterminador y, sobre todo, de El discreto encanto de la burguesía no han sufrido, en absoluto alucinaciones.

Rodada en tiempo real, por si faltaban más complicaciones, lo que vemos es la reunión de unos amigos que quieren celebrar el nombramiento de una de las mujeres, Janet, que ha sido nombrada ministra de sanidad de la oposición.

Todo indica que no hay lugar para otra cosa que la alegría y la satisfacción y, en efecto, las cosas empiezan bajo ese signo, pero pronto el panorama cambia por completo hasta llegar a la crueldad y la violencia a medida que salen a relucir aspectos y situaciones que revelan las mentiras y las miserias de los presentes. Lo mejor, con este menú, y lo que subraya la clase de la realizadora, es que cuanto más grave se pone la cosa más emana la diversión en la película.