No renueva apenas la esencia de la serie y en realidad lo que hace es reiterar un argumento similar al de las cuatro entregas previas, es decir 'Transformers' (2007), 'Transformers. La venganza de los caídos' (2009), 'Transformers. El lado oscuro de la luna' (2011) y 'Transformers. La era de la extinción' (2014), sobre la base inevitable de una guerra entre humanos y Transformers en la que también son importantes 'autobots' y 'decepticons'.

Con ese panorama bélico está claro que había suficiente "carnaza" para configurar un espectáculo de notables proporciones en todos los aspectos, teniendo además en cuenta que hay numerosos personajes que reclaman la atención del director y un arsenal de efectos visuales como pocas veces, si es que hay alguna, se ha visto en la pantalla. De ahí que a pesar de sus desmedidas dos horas y media de metraje sus incondicionales no corren el riesgo de desconectar de la película, en tanto que el resto, eso sí, puede sentirse desbordado puntualmente por el aluvión que se les viene encima. Algo que ya se advierte con meridiana claridad en un largo prólogo que nos retrotrae 1600 años en la historia para ponernos en contacto con los mitos de la Inglaterra del Mago Merlín y de los caballeros del Rey Arturo.

Con una fotografía realmente preciosista y una realización más que correcta de un Michael Bay que para eso ha dirigido hasta ahora todos los productos de la saga, se entra a renglón seguido en el marco de un planeta Tierra que sufre uno de los peores momentos de su larga historia. Con momentos críticos que pueden llevar a un punto de no retorno, sobre todo porque los Transformers se lo juegan todo, se movilizan los personajes llamados a efectuar una labor determinante, es el momento de salvar a la humanidad y de hacer posible una alianza inconcebible en la que figuran Cade Yeager, el lord inglés Edmund Burton, la profesora de Oxford Vivian Wembley y la jovencita Izabella. Los más relevantes son los dos primeros y de forma específica un Cade al que oímos hablar con su hija, pero cuyo rostro, el de ella, no aparece nunca en pantalla.