La buena recepción de la película "Ocho apellidos vascos" en Andalucía ha demostrado que los andaluces se ríen de sus tópicos, pese a que históricamente haya podido suponer un lastre para la valoración de su carácter o la consideración de su potencial laboral, cultural y hasta educativo.

Además de la región más poblada de España, Andalucía es tan grande como Portugal, es muy diversa en sus provincias. Así, expresiones de Sevilla como "mi alma" -que puede pronunciarse "mi arma"- causan un abierto rechazo en provincias limítrofes como Cádiz, Huelva o Córdoba, de modo que en las provincias orientales ni siquiera se entienden.

El sentido del humor que caracteriza a provincias como Sevilla, Cádiz o Granada no puede ser más distinto entre sí -chistes que se propagan como los virus en una provincia funcionan como pólvora mojada en otra-, no obstante los andaluces demuestran su carácter abierto celebrando con carcajadas aquello que se supone que los caracteriza.

El presidente de Andalucía Film Commission, Carlos Rosado, ha dicho a Efe que "los tópicos son siempre cómicos, y la gente sabe distinguir la verdad de la caricatura", además de que "se trata de una comedia, no de una película que pretenda sostener ninguna tesis; está muy bien que se hagan películas como esta, que hagan que la gente vaya al cine y se ría mucho".

Además, Rosado ha matizado que "Andalucía no es Sevilla", y ha añadido sobre el filme que "todo está en clave humorística, por eso no produce rechazo ninguno; distinto hubiera sido que la película fuera en serio y hubiera pretendido reducir el carácter andaluz y el vasco a esa caricatura".

Mucha gente en Euskadi sabía de los tópicos andaluces como el flamenco, la gomina, el amor por el Betis y el gracejo con las mujeres, pero con "Ocho apellidos vascos", de Emilio Martínez-Lázaro, han aprendido a reirse de los suyos, que son tanto o más típicos que los del sur.

La película sigue arrasando en las salas de cine y está mostrando en la gran pantalla que los estereotipos de la "kale borroka", del acento exagerado al hablar, del culto por el buen comer, del eterno mal tiempo y que ligar en Euskadi "es un milagro", provocan carcajadas desmedidas con este humor trivial.

Los cines vascos acumulan colas de espectadores de todas las edades que quieren ver la historia de amor entre un andaluz y una vasca contada por Emilio Martínez-Lázaro porque, y que como en pocas ocasiones anteriores, está funcionando mucho el boca a boca.

Javier, un funcionario de mediana edad, lleva días buscando el momento de ver la película porque su hermana se la recomendó: "Te partes de risa", le dijo. Cristina, de 16 años, no oculta su satisfacción al salir de la película en Vitoria: "Jo, salgo orgullosa de ser vasca", exclama.

"Me ha gustado cómo se muestra el carácter de los vascos..., aunque eso de presentarnos a las chicas como estrechas, pues....", matiza.

A Mari Carmen, una señora de avanzada edad, no le gusta la imagen que se proyecta en la película de los vascos, eso de la "kale borroka y esas cosas", dice.

Josu, un joven estudiante, cree que la película "no deja en buen lugar a los vascos" y piensa que la gente de fuera que la vea no tendrá "ganas de venir a pasar unos días a Euskadi".

En San Sebastián, Nuria dice haber pasado un buen rato con una película "divertida" que ofrece una buena oportunidad de que los vascos se rían "de sí mismos", aunque todos los tópicos de los que se mofa la cinta acentúen "la fama de brutos" de los habitantes de esta tierra, que sin embargo "también saben hacer poesía".

Una pareja que asistió a la misma sesión coincidía en el análisis de que los chistes sobre los vascos "son más exagerados", aunque "el acento lo han clavado". "Con un poquito de sentido de humor los estereotipos no molestan para nada", afirman.