Del asturiano Frank Braña solía decirse que era el actor que más veces había muerto en la pantalla. Hasta cien, dicen. Ayer, por fin, le llegó su hora. Aunque no fue en el desierto de Arizona ni en el de Tabernas (Almería), su trasunto español, sino en Madrid y a los 77 años. Demasiados para un pistolero que había sucumbido en tantas ocasiones al abrazo de la muerte. Braña era un habitual del cine de acción y de los «spaghetti western» y tenía más de 170 películas en su haber. En su currículum figuran grandes nombres del cine y una marca difícil de batir: casi nunca aparecía en los títulos de crédito. Era, por así decir, un especialista en peleas y borracheras de salón, pero, sobre todo, en morirse. Y no de cualquier manera, sino dignamente. «Morir con dignidad en el cine», quiso titular su biografía, que fue escrita por Manuel Curiel y fue presentada hace cinco años.

Mucha, mucha historia que contar. Frank Braña, nacido Francisco Braña Pérez, vino al mundo en Pola de Allande en 1934, un año en el que también hicieron mucho ruido las pistolas. Se crio en Fonsagrada (Lugo). Desde los 11 años se dedicó a los oficios de pastor de ovejas y, cómo no, minero. Hasta que le llegó la ocasión de trabajar de chófer en Madrid, donde se enteró de que hacían unas pruebas para trabajar de especialista en el cine. Inició su carrera con un papelito en «Café de chinitas», que Gonzalo Delgrás rodó en 1960, pero pronto su gran estatura y sus ojos azules le abrieron las puertas del ´spaghetti western´, género del que en esos años se filmaron decenas de películas en el desierto almeriense.

Su apostura y su «digna» manera de morder el polvo pronto se hicieron populares entre quienes frecuentaban Tabernas. Y de ahí a pisar el mismo set que Clint Eastwood o pasó mucho tiempo. Frank intervino en las tres películas con las que Sergio Leone echó a andar el género: «La muerte tenía un precio» (donde hizo de indio), «Por un puñado de dólares» y «El bueno, el feo y el malo».Y también en la que le puso colofón: «Hasta que llegó su hora». Aquí, ya, sin el pistolero del poncho ni el purito siempre colgando de la comisura de la boca. Pero Clint Eastwood no fue el único famoso con el que Frank Braña se codeó. También participó en películas junto a Charlton Heston, William Holden, Claudia Cardinale, Henry Fonda y Charles Bronson. En «Rey de reyes», la superproducción sobre Cristo que Nicholas Ray rodó en España en 1961 bajo los auspicios de Samuel Bronston, desarrolló su primer papel como especialista para escenas de acción.

A finales de los años sesenta y durante la década siguiente se convirtió en algo así como un actor fetiche para el director Rafael Romero Marchent. Con él rodó títulos como «Garringo», «Manos torpes», «Un dólar de recompensa» o «El lobo negro», entre otros muchos. Pero la silicosis, herencia de sus años de minero, le impedía desarrollar su trabajo con normalidad, y en 2004 se alejó definitivamente de los largometrajes, después de participar en «Tiovivo c. 1950», de José Luis Garci.

El pasado diciembre recibió un homenaje del Festival de Western de Almería y en 2007 fue el protagonista de la Semana Internacional de Cine de Autor de Lugo.

Según informó la entidad de gestión de artistas e intérpretes AISGE, a la que pertenecía el actor, Braña murió en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda a causa de una insuficiencia pulmonar. El actor será enterrado hoy en el cementerio municipal de Collado Villalba, donde residía.

Bye, Frank.