Para la mayoría de los espectadores, Roger Moore quizá no sea el primer nombre que asocian a la franquicia James Bond. Al menos, no como el más icónico o célebre de los actores que, década tras década desde 1962, han ido dando vida, e insuflando su particular carácter, al espía más famoso de la historia del cine.

Roger Moore, tercer agente 007 en orden cronológico tras Sean Connery y el fugaz George Lazenby, ha sido hasta el momento el Bond más 'longevo' de la historia, dando vida al personaje en un espacio de 12 años y durante 7 películas. Y a pesar de su retrato suavizado y casi cómico, muchos fans lo consideran el Bond idóneo por varias razones.

Quizá la predilección de muchos venga, precisamente, a raíz de ese carácter jovial y desenfadado, una especie de mueca burlona ante los peligros y esas inolvidables despedidas cargadas de ironía con las que 'remataba' a sus víctimas. Quizá sean sus espeluznantes villanos quienes tengan parte de culpa, o quizá sean sus aplaudidas -sobre todo en aquella época- persecuciones y acrobacias.

En cualquier caso, y abriendo por descontado el debate a los gustos y preferencias de cada quien, repasamos las cinco razones por las que Roger Moore fue un gran James Bond:

Su experiencia en el rol

En un episodio del show de sketches Mainly Millicent, que emitía BBC, Roger Moore interpretó a James Bond nueve años antes de que oficialmente desempeñase el papel en Vive y deja morir. Aquello sucedió en 1964, mientras protagonizaba la serie británica 'El Santo'. Sin duda, un personaje de marcado carácter irónico que terminó por anticipar su elección como James Bond.

Los mejores villanos

Cierto es que hay mucho donde elegir, pero es innegable que, durante las siete películas que tuvo la oportunidad de protagonizar, Roger Moore se enfrentó a algunos de los mejores y más conseguidos villanos de la franquicia. Para el recuerdo quedan el Francisco Scaramanga de Christopher Lee en El hombre de la pistola de oro, ese temible asesino a sueldo; las dentaduras de acero de Tiburón (Jaws); o el espeluznante trastorno de personalidad del Dr. Kananga.

Espectaculares acrobacias

Considerando la época en la que se rodaron -y con alguna que otra cómica excepción-, las cintas de Roger Moore incluyeron momentos realmente épicos. Cómo olvidar aquella secuencia en la que el agente escapa de un grupo de cocodrilos usándolos cual baldosas en Vive y deja morir, o aquella otra en la que roba el paracaídas a un enemigo en plena caída libre (Moonraker). Aunque sin duda, la más icónica es la persecución sobre esquís que acaba con el salto en paracaídas desplegando la bandera británica en La espía que me amó.

Cómico e inverosímil

La versión de Roger Moore tenía un cariz autoparódico que muy pocos -o ninguno- de los actores posteriores han podido -o han querido- igualar. Algunas escenas son hilarantes precisamente por lo inverosímil de sus hazañas, pero de eso se trata, en definitiva y para muchos de los seguidores, el cine de entretenimiento. Para muestra, un botón: la persecución por los canales de Venecia que acaba con una góndola convertida en lancha motora primero y, más tarde, en... ¿colchoneta?

Sin complejos

La versión más reciente del agente 007, encarnada por Daniel Craig, nos mostró al James Bond más duro y, sobre todo, más trabajado físicamente. Sin embargo, Roger Moore nunca tuvo reparos a la hora de enseñar su cuerpo desde que empezó con 45 años en la franquicia y hasta que la abandonó con casi 60. Una vez más, el estilo y la personalidad quedaron por encima del aspecto.