Sigo con la perra de no ver ni una gala, ni un comentario, ni una reflexión en tertulias purulentas de las que Telecinco dedica a una de sus criaturas más deformes. Pero mantengo enhiesto mi derecho, como pueblo soberano que soy, de opinar sobre la Gran Cloaca de los hijos de Mercedes Milá, a la que a veces pillo, casi siempre con la voz quitada porque cuando entro en pantanos estancados y malolientes tengo la precaución de proteger alguno de mis sentidos, haciendo unas muecas rarísimas, como si la mujer se parodiara a sí misma. La gente que sigue esa bacanal de la payasada sabe que esta noche entra un tipo que ha aflojado una guita valorada en 70.000 euros. Lo publican los periódicos, las páginas webs, en fin, que no tengo que ver el esperpéntico programa para conocer esos imaginativos cebos de guionistas. ¿Quieren saber de quién se trata?

Diciéndolo, mato los dos pájaros del famoso tiro. Uno, me hago una columna que no se la salta ni el mejor Urdangarín, y eso que el yernísimo está que se lo salta todo. Y dos, lo más gratificante, desvelo el velado personaje. Se llama, si no ha cambiado de nombre, Aristidín. ¿Pero quién hay detrás del apodo que ha pagado esa obscena cantidad para ser un concursante de GH? Veamos. Algún alcalde, como el de Murcia, que va cerrando bibliotecas porque con serrín como materia gris es más fácil la gobernanza de los descerebrados. O mi dama de la mesita de noche, la gran Ana Botella, que como hace tiempo se codea con el serrín ajeno y el propio, tiene ideas que son el sueño de los ultra defensores del mercado, trabajar sin cobrar –los demás, claro-. Y qué ganarían en Gran Hermano. Todo. Encontrar un sitio entre iguales. Y por una minucia, 70.000 euros.