-¿Añora su paso por la directiva de Amigos de Os Pendellos de Agolada?

-Aquello fue extraordinario porque fue una tarea muy bonita la que llevamos a cabo en Agolada, donde se volcó toda Galicia y el Concello también colaboró para sacarlo adelante. Después surgieron listos oportunos y todo se fue al garete porque los 200 socios de entonces les plantamos cara y, claro, vino la espantada. Aún así, la Deputación siguió adelante y, desde mi punto de vista, no hizo una restauración sino una recuperación a su manera.

-¿Hay alguna forma de poder recuperar ese espíritu?

-Sinceramente no lo creo. Habría que destruir lo que están ahora y hacerlos de nuevo. Todo es muy complicado porque se corre el riesgo de dar la imagen de hacerlo todo como si fuera una venganza.