El orden del mundo se trastoca ante acontecimientos sencillos como la observación de la luz perfecta y justa de una tarde de verano. Sobre la copa que ha recibido un poco del líquido que contiene la botella se refugia el universo. O al menos la parte de él más cercna.

Nada más abrir la botella los aromas nos inundan. Por una vez pienso que eso que siempre se ha llamado aromas de panadería, de bollería, de mantequilla, están perfectamente expresados en este jardín flotante que ha dejado la botella de BERTA BOYZY, un cava con envejecimiento de 24 meses, ante el espectáculo de la luz. Miro los colores de la tarde mezclados con el ascender de la finísima burbuja que simula la espina dorsal del cava. Qué diferencia, pienso, la de encontrar el momento justo y el regalo de la luz natural para expandir este universo barato de la tarde ante el mar más salado, y notar como la naturaleza hace grupo ante la propia naturaleza.

Cuatro uvas visten el alma de BERTA, Macabeo, Xare-lo, Parellada y Chardonnay, ésta última uva con una fermentación pasada por madera.

Con un tapón excelente, que nos habla de una frescura en su tratamiento y un cuidado modélico a la hora de enviar el cava al consumidor, sentimos que las primeras sensaciones son muy positivas. Pocas veces he sentido ese regadío aromático tras la apertura cuidada del tapón de corcho. Una cadencia de levaduras frescas, vibrantes, que despiertan la curiosidad del catador por si eso que ha aparecido como un regalo fantasma seguirá existiendo en la copa.

Beber este maduro jardín mientras la tarde pone orden a un mundo alterado por las energías del verano es ayudar a serenar lo exterior. Qué distinto contemplar los colores del vino bajo luz eléctrica que al cobijo de la naturaleza. Que distinto dejar que la potencia de un vino con estas sutiles sensaciones de frutas blancas se mezcle con la salinidad reinante en el ambiente.

Una y otra vez juego a remover la copa para sentir el embrujo encerrado en la botella de BERTA BOUZY, el homenaje que la bodega Mont Ferrant (acrónimo de dos topónimos próximos a su masía: Mont Sant Joan y Mas Ferrant) realiza a la enóloga francesa que perfeccionó el método cavista. Y una y otra vez consigo atraer hacia mí los golosos aromas que me tienen embrujado y me hacen pensar en el extraño puzzle que a veces tenemos en nuestras cabezas y como un aroma nos lleva de viaje de un lugar a otro, tal que si los puentes pudieran ser las botellas que nos causa fortuna descorchar. Y que nos empeñamos en no olvidar para conseguir que nuestro salvavidas sean los momentos placenteros que vivimos.

La complejidad aromática y holista de las cuatro uvas convierten a BERTA en algo más que un cava de geografía contrastada. Hay un deseo de ofrecer perfumes que nos trasladen más allá del propio territorio. Como si fuera posible abrir el armario donde hemos idos guardando hermosos recuerdos y pudiéramos alternar gustos de aquí con sensaciones de allí.

Las tardes del mundo estival son buenos puertos donde llevar los descubrimientos. Allí, en su explanada, a resguardo de inclemencias posibles, nuestro disfrute es sencillo. “Como de andar por casa”. BERTA BOUZY es una fuente de inspiración para comprender como deben de hacerse vinos que seduzcan por su abierta complejidad olfativa. Que como un ejemplo permanecerá en nuestra memoria y servirán de guía a próximos descubrimientos.