Me gusta pensar en el termino elegancia. En la segunda acepción que se expresa en el diccionario de la RAE habla de "forma bella de expresar los pensamientos". Entonces llego a preguntarme si cuando nos estamos refiriendo a que un vino es elegante es que entendemos que ese vino denota gracia, nobleza, sencillez y que además revela distinción, refinamiento y buen gusto. O algo que tiene ver más con un porte que lo hace muy diferente de gran cantidad de otros vinos.

Al abrir LOSADA 2009, la primera impresión que denota el color y los primeros aromas que desprende el vino es que este momento no se nos va a borrar fácilmente. Ocurre algo singular. Nos encontramos ante un trabajo muy bien hecho. Y nada más observarlo en la copa sentimos que el mundo se acelera. Como se acelera o se detiene, que a veces me parece que son la misma cosa, el universo cuando contemplamos una cosa profundamente hermosa. Un cuadro de Edward Hopper, donde el universo se ha detenido doblemente, un atardecer en las salinas de San Pedro del Pinatar antes de que los flamencos rosas eleven su vuelo, o las sabinas milenarias que habitan el sabinar de El Hierro donde los vientos que mueven el aire del fin dem mundo quedan entrelazados en estas amantes arbóreas.

La Mencía del Bierzo, esa uva que logra vinos que saben envejecer y quedar entre las arenas del tiempo, como un regalo infinito para quien sabe construirla y mantener un diálogo perdurable, aquí procede de viñas de más de 40 años, plantadas en una altura dócil de colinas y valles que constatan la sucesión de las estaciones en un silencio reflexivo y mineral. Donde la tierra arcillosa que las cría es parte del misterio que encierra este vino que procura en boca un tacto penetrante y profundo, amable, pero sin establecer una estructura demasiado corpulenta.

Su elegancia radica en que sin ser un vino exclusivista sí podrá ser un vino que lo mantengamos para beber en momentos muy diversos, cuando los calendarios vayan dándonos fechas nuevas. La acidez contenida pero viva que despliega nos augura una perdurabilidad hermosa, que dé buenos resultados cuando volvamos a él en otras fechas.

Es un tinto floral que juguetea lentamente con las fragancias de frutas rojas que trae su raza. Expone la posibilidad de adentrarnos en el misterio de la tierra al sentir una profunda e inquietante mineralidad que lo hacen, pese a su reciente aparición en el mercado, serio, maduro, misterioso. Y se tornará, para quien se acerque hasta él, como un vino de regencia que queremos saber no solo como evoluciona en esta añada, sino que desearemos conocer cuales son los prodigios que puede ofrecer en las nuevas añadas que construyan es esta bodega que saben que la paciencia y el equilibrio de los tiempos es una carta que juega a su favor.

Estamos ante un vino imprescindible de la nueva enología española. Porque expresa el sentido de un territorio que se ha vuelto, por su clasicidad, moderno y apabullante en sus producciones, desde las menos notorias hasta las más singulares. El Bierzo es una zona que sus productores están consiguiendo entonar unas melodías que nos hace preveer grandes cosas, porque lo que ya escuchamos nos deja hermosamente sorprendidos y deseosos que lleguen más piezas de esta calidad hasta nuestros sentidos.

La riqueza que encierran estas tierras no deben hacer preveer un futuro vinícola excelente, porque el presente ya da ejemplos como LOSADA 2009, reflejo no solo de un territorio, sino de una concepción que tiene visiones de futuro, porque el respeto a la tradición, a lo que el terruño puede expresar, hacen que se vayan consiguiendo conquistas más que esperanzadas. Aquí tenemos uno de los múltiples caminos que el mundo del vino puede seguir. Una uva singular, la Mencía, que debe de posibilitar otros placeres que no se solían tener catalogados.