Étienne Davodeau era un autor de cómic que no sabía casi nada de vino. Richard Leroy, un viticultor que apenas había leído cómics. Pero en ambos anidaba una inmensa curiosidad. De manera que concibieron Los ignorantes, un tebeo autobiográficoLos ignorantes de tapa dura publicado hace aproximadamente un año por La Cúpula y del que les contaré algunas cosas por si se animan a echarle una ojeada. Siempre me han gustado los tebeos, que para los niños de mi generación representaron la oportunidad de asomarse por primera vez a una pantalla por viñeta y que con el tiempo han pasado a convertirse en un feliz remedio para las arrugas.

Los ignorantes es un cómic inteligente sobre la pasión del vinoLos ignorantes. El vino existe desde el día en que el hombre buscó el placer en la sed y pensó que para aplacarla no sólo estaba el agua. De manera que puso los ojos en la viña. El vino define al viticultor y se define a sí mismo siendo distinto de los demás. Los vinos de cada tierra son diferentes, porque también lo es el suelo, el clima, el sentir y las costumbres de las gentes donde se han producido. Del mismo modo que resultan también distintos los vinos de un territorio en particular porque ser vecinos no significa ser iguales. La tierra de un pago no es igual que la de otro y tampoco tienen por qué parecerse sus dueños. La uniformidad en el vino es un aburrimiento, la diversidad es precisamente lo que lo hace interesante.

Con la historia de Richard Leroy podría haber rodado Ridley Scott una película algo menos tontorrona que un Un buen añoUn buen añoSe inició como viticultor en 1996 después de despedirse del banco donde trabajaba en París y tras adquirir un viñedo en Rablay-sur-Layon, cerca de Angers, en la región de Anjou. En la actualidad es dueño de 2,7 hectáreas, de las que un par de ellas pertenecen a Les Noëls de Montbenault y el resto a Clos des Roulirs, dos chenin blanc francamente singulares con una producción anual que apenas alcanza las 7.000 botellas. No utiliza productos químicos ni insecticidas, sólo preparados biodinámicos y la tradicional bouillie bordelaise. Ha desafiado a sus cosechas al prescindir del azufre tras la vendimia, cuando la mayoría de las bodegas coinciden en que resulta prácticamente imposible renunciar a este antioxidante para culminar una vinificación correcta. En las conversaciones que mantiene con Davodeau en Los ignorantes, Leroy explica cómo en 2004 vio barricas enteras convertirse en volátil en su camino hacia el vinagre. Puso azufre para detener el proceso y no cambió nada: el vino sabía a azufre y a volátil. Nunca más, se prometió a sí mismo. Sus discrepancias con el establishment le han impulsado a producir vinos de mesa, fuera de la denominación de origen Anjou, al igual que hiciera Mark Angeli, uno de los grandes maestros productores de uva chenin.

La aventura de Los ignorantes. O, por decirlo de otra manera, la de la ética del vino desde el momento de la poda hasta que el caldo reposa en las botellas. Si alguien está interesado en enterarse de qué va el proceso la novela gráfica de Davodeau le ayudará a despejar cualquier duda. El escritor le pregunta al viticultor todo lo que no sabe y el viticultor se interesa por todo lo que desconoce del mundo del cómic.

Por las 270 páginas de este bello relato en blanco y negro, con infinitos matices grises, encuadres cinematográficos y abundante información, desfilan autores de renombre como Jean-Pierre Gibrat y Enmanuel Guibet, viticultores como Jean-François Ganevat, Antoine-Marie Arena y Bruno Rochard. También hay excursiones por el Loira, Normandía, Córcega y el Jura, en busca de tebeos, conversación y vino.

Si uno agradece la pasión con que esta narrada la historia buscará algunos de los vinos que en ella se reseñan. No será fácil dar con todos, porque abundan las citas y las referencias. Pero sí conviene probar esos blancos secos, minerales y frescos fruto de la chenin. Los de Leroy, elegantes y volcánicos, con notas cítricas y de miel, se mueven entre los veinte y treinta euros la botella, aproximadamente lo que cuesta el libro de Davodeau. El chenin, como el riesling, es un vino de piedra que nace en un terreno compuesto por riolita, roca de origen volcánica. Su frescura y luminosidad es comparable al relato que tiene como protagonista a uno de sus grandes autores.