NELI PILLADO | NIGRÁN

Ni los helados son solo para el verano ni los potajes, para el invierno. Hace tiempo que la gastronomía ha reventado los tópicos estacionales. Nigrán hizo gala ayer de la ruptura y desafió los augurios del cambio climático. Más de 130 personas dieron cuenta de un pantagruélico cocido a riesgo de padecer un calentamiento global durante la sobremesa. Pero las altas temperaturas, que alcanzaron los 28 grados en la zona, no fueron impedimento para disfrutar del menú gallego por excelencia y la comida acabó con los estómagos satisfechos y grandes dosis de buen humor.

El banquete, organizado por la comisión de fiestas de As Angustias para poner fin a cuatro días de celebraciones, es ya una tradición en el municipio pontevedrés. Hace doce años que los organizadores de los festejos la iniciaron para darse un homenaje culinario tras meses de trabajo y quebraderos de cabeza para sacar adelante las verbenas y hacer felices a sus convecinos.

La cosa fue creciendo. Se unían familiares y amigos en cada convocatoria y, finalmente, se ha convertido en una cita ineludible para decenas de vecinos y visitantes. ¿Quien se resiste a un cocido?

Los promotores de la idea tuvieron claro el menú desde el principio. En ningún momento pensaron en el calor ni la sed que el plato genera en pleno verano. "Estamos en Galicia. Aquí estamos preparados para todo", bromeaba ayer el presidente de la comisión de fiestas, Moisés Valverde.

Los asistentes demostraron que así es. Sentados a la mesa, esperaban impacientes la humeante sopa que calentaba paladares y abría camino a las innumerables fuentes de delicias porcinas acompañadas de patatas y grelos. Sin apenas inmutarse por la ingesta calórica, disfrutaban entre chiste y chiste y ayudaban a su organismo a digerir el plato con vino tinto del país. Aún hubo sitio para postres, cafés y alguna que otra canción popular.

El encuentro resultaba tan agradable que ni siquiera se acordaron de la siesta para combatir cualquier resquicio de empacho. Prefirieron esperar al anochecer jugando a las cartas y al dominó.

Unos se levantaron después y los abnegados miembros de la comisión de fiestas continuaron su interminable jornada para recoger las mesas y sillas, y también la carpa. Habían comenzado a montarla a las 9.00 de la mañana tras acostarse a las 6.00. Tenían que dejar el recinto libre tras las verbenas de las cuatro noches anteriores. Se merecen un descanso. Después de cinco años con la misma dinámica, urgen un relevo.