La Semana Santa brinda la posibilidad de unas vacaciones en plena primavera, y miles de visitantes están dispuestos a disfrutar de unos días de descanso en Portugal y de sus múltiples atractivos. Desde su naturaleza y paisajes a su conocida monumentalidad, pasando por su excelente gastronomía enraizada en la tradición, cualquier momento es bueno para viajar al país vecino, tan próximo y con mucho que ofrecer.

Recorriendo Portugal de norte a sur se descubren ciudades, pueblos y aldeas llenas de patrimonio histórico -castillos, museos, iglesias, solares...- y una gastronomía a la que el mar imprime una de sus características. Saboreando un pescado “grelhado” se tiene la certeza de que uno está en Portugal y de que será el pez más fresco de la costa, presente en elaboraciones como cataplanas, caldeiradas o arroces.

Y si hay un símbolo gastronómico del país ese es el “bacalhau”, pescado emblemático que se cocina “de uma e mil maneiras”. Existen más de mil recetas para cocinar este plato de devoción no solo de portugueses sino de miles de gallegos que acuden al país vecino a degustarlo.

En platos de carne, el cocido a la portuguesa es otra sugerente opción en todo el país, con mezcla de carnes, verduras y embutidos variados, elaborados de forma suculenta.

El gran patrimonio cultural que es la gastronomía tiene presencia en otras elaboraciones típicas como el sarrabulho, guiso sabroso acompañado de diferentes carnes y de arroz que en concellos como Ponte de Lima tiene su propia cofradía y está reconocido como plato típico de Europa.

Porque la cocina portuguesa se asienta en recetas transmitidas de generación en generación, desde los dulces a la carne, el pescado y los caldos, inexcusables también en la mesa. La repostería, con raíces en los muchos conventos en los que se preparaba, hace que probarla sea una esperiencia casi divina, con nombres como meias luas, barrigas de freira o suspiros de Braga.

En Pascua no faltan los folares a la mesa, una iguaria presente de norte a sur. Para acompañar la buena gastronomía están los buenos vinos, desde los verdes a los del Douro, del Alentejo y tantos otros. Para brindar, nada mejor que con un oporto o un madeira, los generosos presentes en todas las mesas del mundo.