Los puestos de la feria iban marcando el camino. Eran las baldosas amarillas del Mago de Oz, que permitían llegar al recinto ferial presidido por una estatua confeccionada de redes con las que se daba vida a un hombre. La obra de Roberto Brañas nada tiene que ver con el espantapájaros de L. Frank Baum que buscaba su identidad. Roberto Brañas lo tenía claro. Su hombre hecho con las redes del mar era un labrego. Porque Arte na Illa habla de tierra adentro, baila y canta la época de labranza, como lo hizo el grupo de gaitas y pandereteiras "Meiramar-Axóuxeres".

El camino estaba flanqueado por puestos de todo tipo. Artesanía, herramientas de agricultura, abalorios y chorizos. A medida que uno avanzaba por el camino el olor del pulpo y la empanada era más nítido. Se hacía difícil aguantar el apetito, mientras se escuchaba un enorme pregón en todos los sentidos de la palabra. Fue extenso, pero acertado en el contenido. Vitor Luis glosó con atrevimiento y sabiduría la figura de Valentín Paz Andrade, para recordar que había sido uno de los intelectuales que más habían luchado para que el gallego y el portugués se consideraran una sola lengua."Faz por isso todo o sentido que este pregao seja hoje dito con sotaque português por un cidadán da Madeira".

El pregonero quiso acabar con una canción, con la que dijo se podía considerar como el segundo himno de Galicia, y entonó "Ondiñas da nosa ría", conocida por A Rianxeira. Los que estaban alrededor del palco no dudaron en acompañarlo, como él pedía y el presidente de Meiramar Axóuxeres, Geno Piñeiro, animó: "¡Veña, como se estivéramos en Balaídos!".

El aperitivo estuvo amenizado por las canciones y bailes de la agrupación anfitriona y ya por la tarde los cánticos y balies folclóricos continuaron, cerrando la fiesta el grupo de Música Popular da Illa de Madeira. Mezclados entre el público, gentes vestidas de época. Aún pocas, pero hay esperanzas de que sea masivo.