En los fértiles valles que rodean la costera localidad vizcaína de Bakio, hasta donde el mar Cantábrico hace subir sus saladas brisas gracias a las corrientes que atraen a los jóvenes surfistas de medio mundo, rodeados de tonalidades inimaginables del verde tatuados en la naturaleza con una predisposición efímera a la permanencia, nace la Hondarrabi Zuri, uva que en la D.O Bizkaiko Txakolina, es la uva permitida para elaborar un vino ancestral, que gracias a la perseverancia y trabajo del hombre ha conseguido que su atávica acidez quede ahora como un reflejo existente pero no persistente y casi defectuoso del Txakolí, vino vasco por antonomasia. Vino que no sencillo encontrar más allá de las fronteras de estas tierras, pero que hay que buscar para poder conocer mejor una cartografía llena de sorpresas.

DONIENE 2010 es un vino de territorio vivo, y como tal año a año varía sus complejidades, que es, a la larga y a la corta, lo que hace interesantes los vinos que bebemos, y a los que nos acercamos para comprobar las diversidades que llegan a producir. Como si le robara a la tierra que ve crecer sus viñas un amargor de procedencia herbácea que nos acompaña en el regusto final. Y que le dota de una personalidad específica. Y toda personalidad es un atributo positivo ante el que nos tenemos que sentir afortunados de encontrarnos, pues nos habla de algo singular, nos habla de un mundo que tiene diferencias.

Vino muy apegado a una tierra que sin transformar su idiosincrasia si ha logrado mejorar el espíritu del Txacolí, que es como hacer que las aguas tomen rutas nuevas para regar prometedores andurriales. Redondeándolo. Domando en el trabajo de la viña y de la bodega todo lo que el producto final puede llegar a decir, dejando a un lado viejos estereotipos para hacerse con el sabor que los tiempos actuales piden. No imitando, sino perfilando lo que hay para dar una visión renovada de la tradición. Ese es el camino que debemos de seguir. Mirar en el espejo de viñas semejantes caminos y técnicas que nos harán mejorar nuestras producciones y hacer que el vino que elaboramos consiga llenar nuevas copas.

Cuando el peso de la tradición cuenta, como una historia a la que hay que enfrentarse para poder incorporarse a la viticultura actual, los trabajos siempre empiezan por la viña. Hay que hacerse a las maneras de otros agricultores que han conseguido encontrar otros alfabetos para ampliar las comunicaciones que la viña puede concedernos.

El vino está hecho para el placer, pero el vino no ha nacido para la soledad. Por ello el agradable beber de este DONIENES 2010 lo convierten en un vino aparentemente sencillo, donde podemos descubrir una franca pero sólida construcción. Y no tienen la necesidad estos vinos nacidos del verde prado de buscar filigranas difíciles de entender y de sentir en la boca, sino continuar la narración de la historia con una entonación nueva. Ahí radica su virtuosismo. Tener un pie en el pasado y uno en un futuro reconocible y que atraiga a todos esos bebedores que buscamos en el vino un discurso que narre la interesante aventura de la creación que nunca olvida su pasado, pero que nos habla de futuro.

Insinuar paisajes nuevos desde el propio espacio es un reto que merece la pena ser intentado. Por ello los vinos que tienen una personalidad tan arraigada necesitan un espacio mayor para dejar volar sus propuestas, cometa ligera que no solo se apoya en el blanco, sino que aquí logra mojar de gotas tintas sus nuevas producciones. Todo sea porque nuestros conocimientos del vino lleguen a todas las geografías. Y uva a uva, el abecedario de unos sabores personales nos haga más amplios en nuestras elecciones. El vino merece esta apuesta. Probar cosas diferentes.