Sólo tienen sentido las obras completas. Y aunque algún verso suelto puede enamorarnos, alguna canción, será la obra la que haga total al escritor, al músico. No niego la obra única. La que explota en un momento determinado en el interior del creador. Pero el trabajo constante es el que da complexión a nuestro paso a través del tiempo.

Para que las bodegas puedan generar ideas novedosas y claras hay que irse a la viña, y desde allí atender el discurso que lanza la naturaleza, saber si los suelos donde crecerán las viñas tienen esta o aquella capacidad, característica, o magia, que aquí, en Galicia, haberla la hay. Basta con observar esta naturaleza, estas tierras cubiertas por el verde, ese trabajo de siglos y siglos por las manos de hombres y mujeres para comprender que la magia existe, pero es gracias a los magos que han sabido transformar lo cotidiano en extraordinario. Que han sabido dibujar a fuerza de nieblas un futuro de texturas poderosas, reales y sin espejismos.

PAZO BAIÓN es una obra completa, porque al igual que otros vinos que se empeñan por mostrar las posibilidades que tienen los vinos blancos españoles, no solamente se conforma con hurgar en sus tierras graníticas para que las raíces de las uvas albariñas que nutren sus vinos tengan esa mineralizad persistente que da un carácter singular a los vinos, uniéndolos a la tierra como una larga nana o una caricia interminable, sino que sus creadores saben que es desde esa misma tierra la que hay que tratar casi con mano salvaje pero educada, para que pueda dar lo mejor de sí, y ser como solo ella puede ser. Parece como si de una disquisición filosófica se tratase, pues llegar a conclusiones con algo que es voluble y varía de año en año, parece una discusión interminable. Por ello aquí se deja que el manto verde se desarrolle ente las viñas, vida entre la vida, aromas entre los aromas, crecimiento entre el desarrollo. Y que la canción que siempre entona la naturaleza suene con la afinación que ella la hace sonar. Llegando a darle el tratamiento que merece cada viña, cada parcela, cada metro de vida.

Es un proyecto hermoso que se ha transformado en un vino que viniendo del pasado, con esas viñas que se plantaron en los años setenta, y que denotan que la madurez la da solo tiempo. No se pueden improvisar los resultados. Hay que cuidar el absoluto.

Encontrar que la vida crecerá en la botella es mandar mensajes hacia la transformación. Pero un cambio que irá engrandeciendo el trabajo hecho con calma, con reflexión. Donde se cuidan los detalles. Porque si el vino tiene notas florales elegantes que nos hablan de jazmines frescos o de cítrico azahar, la botella que contiene tan delicioso homenaje a la D.O Rias Baixas muestra, nuevamente, ese esfuerzo porque el círculo se cierre en armonía.

Vinos para el futuro que podemos beber en el presente, con la misteriosa sensación de si las próxima botella que abramos de PAZO BAIÓN nos llevará aún más lejos que la última degustada. Aquí la sensualidad de lo húmedo se torna tropical, los prietos racimos de la uva, con sus contenidos granos, nos regala un dorado transparente y limpio, como si habitáramos el armario de una cuidadosa madre que deja peros y frutos aromáticos entre la ropa para que lentas caricias nos acompañen.

Vino que representa el centro de un proyecto pensado para perdurar. Para degustar mientras las mañanas no son torrenciales, sino sencillamente cálidas, y desde esa loma que cada uno despliega con su vida, notar el peso en la copa, la seriedad y amplitud de todo el trabajo que se hizo en la viña mientras el vino ocupa nuestra boca, y casi, sin darnos cuenta, nuestra memoria de descubridores de placeres cercanos, como de andar en zapatillas, que diría el poeta luso.

Aquí la obra, por infinita, merece que se alargue, como una sombra de árbol recorriendo la tarde.