Las labores de consolidación del castro de Besomaño ocupan este mes al equipo de arqueólogos, restauradores y auxiliares que en los últimos meses han sacado a la luz y puesto en valor este importantísimo yacimiento celta, datado en la Edad de Hierro.

Muchos han sido los descubrimientos en las tres fases de excavación y dos de consolidación que se han realizado en este espacio, condenado hasta hace poco a ser una simple leyenda de los vecinos de Ribadumia que hablaban de la aldea dos "mouros", pero que desconocían el enorme valor real de lo que se hallaba en el subsuelo.

Casi van dos años de excavaciones y los secretos de aquel impresionante castro afloran cada día. El último hallazgo, del que se habla en la página siguiente, ha sido un "idolillo" de piedra de unos 50 centímetros, el primero que aparece en un castro pontevedrés.

El material recogido es impresionante, más de 40.000 o 50.000 piezas; muchas restos de cerámica, pero también broches o fíbulas -una ellas en bronce que representa a dos leones de espalda y que se ha convertido en el logo o imagen del castro-, sin olvidar armas como la dolabra romana, puntas de lanza o machetes en piedra, muy remotos.

Lo que queda a la vista en la zona son los cimientos de un poblado que resistió varios siglos en este punto estratégico de O Salnés, con impresionantes vistas al Atlántico. Una enorme casa-patio, que sin duda perteneció a un burgués y varias cabañas de distintas épocas, sin olvidar instalaciones anejas para actividades siderúrgicas o de almacén, llenan un recinto amurallado que debió ser impresionante en su día.

El monumental aspecto de la entrada amurallada da idea de lo que fue el recinto, entre los siglos V o IV antes de Cristo hasta que fue arrasado por el fuego.