El Padre Feijoo estuvo bajo la vigilancia de la Inquisición, episodio que finalmente se saldó mediante la revisión de algunos pasajes de sus escritos. Contrarrestó este problema gracias a los apoyos que tenía de la autoridad eclesiástica, porque "siempre se mantuvo dentro de la ortodoxia católica", destaca Pablo Sánchez Ferro. Y en lo referente a su pensamiento histórico, aunque Feijoo dice que hay que utilizar las fuentes de un modo crítico y cuestionarlas, en cambio "admite como válidas algunas tradiciones que otros rechazaban", como las atribuidas al apóstol Santiago y a la Virgen del Pilar. Con respecto a las glorias nacionales, "se mantuvo quieto; fue inmovilista en ese aspecto", agrega el archivero. La razón, según Ferro, es que "le interesaba estar arrimado al poder, y al poder le interesaba mantener las glorias nacionales como elementos de cohesión".

El director del Museo Arqueológico, Julio Rodríguez, y el director del Archivo, Sánchez Ferro, coinciden en señalar que el Padre Feijoo tuvo mucho éxito en el siglo XVIII, pero en la primera mitad del XIX "su obra quedó desdibujada" por diferentes circunstancias, como los efectos de la Revolución Francesa y la pérdida de vigencia de algunas aportaciones científicas. Recuperó fuerza, con motivo de la celebración del bicentenario de su nacimiento, en 1876, en el que se celebró un certamen literario que ganaron Valentín Lamas Carvajal y Emilia Pardo Bazán, cuando era una autora joven, por lo que ayudó a su lanzamiento.

El Padre Feijoo nació en la aldea de Casdemiro (Pereiro de Aguiar). Realizó estudios en el monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, Samos (Lugo), Lérez y Poio (Pontevedra), de donde fue a Salamanca. Luego estuvo en un convento de León. Finalmente, fijó su residencia en Oviedo, donde alcanzó la madurez y logró su esplendor. Falleció en esa ciudad el día 26 de septiembre de 1764.