Cuantos más programas de amor salen a la semana, menos importa el amor. Se llega a un punto de no retorno en el que lo que menos importa es ese maravilloso sentimiento porque lo que importa es otra cosa. A la ley de la tele le importa una pera podrida el Cupido ese. Cuando el amor se convierte en espectáculo el amor se arruga y da paso a lo que sea, pero no al amor.

El último invento para defecar sobre el amor en nombre del amor es 'Contigo al fin del mundo', un producto que estrenó el lunes Antena 3, con poco éxito, hay que matizar, y que puede estar entre 'Españoles por el mundo' y los programas de primeras citas, o citas a ciegas. Lo presenta el dicharachero Julián Iantzi. Pretende que alguien que no ha tenido suerte en amores, o no ha tenido tiempo de conocer el corazón que busca, lo encuentre gracias al programa y al celestino vasco. Pero hay un pero, o un filtro, o una condición para que le echen una mano -no sé si al cuello a quienes piden ayuda amorosa. Hay que vivir fuera de España, cuanto más lejos y exótico sea la ciudad o el país, mejor. Por eso se ha elegido Shanghái, Dubai, Gambia, México. Allí viven los solteros con ganas de pareja, y allí llega, "por amor", se dice en el programa, aunque intuyo que más de un avispado o avispada se apunta al circo sabiendo que hay gratis total en vuelos, comidas, hoteles, y otras necesidades, la persona en busca de lo mismo.

Una de las historias, la de Elena -enamorada de Dubai- y Edu-que odia el país, "bueno, no es un país, es la tierra de un señor"- acaba como en melodrama. Ella llora su desconsuelo, sin entender que a su príncipe no le guste el lujo -y quien lo trujo, apostillo- y sus alrededores, y él sale cortando de allí. ¿Cosas del amor? No, de la tele.