Sé que cada vez que Gallardón abre la boca me está engañando, de forma que cuando dice sin que nadie le pregunte que el aforamiento de la reina y los príncipes se hace por seguridad jurídica esconde otro privilegio.

En Reino Unido, Alemania, y EEUU, nadie es aforado. En España, 10.000. Se lo escuché a Matías Prats en su informativo, y creí que era un error. No lo hay. 10.000 criaturas como usted, como yo, tienen fueros distintos a los nuestros ante la ley. Esta sinvergonzonería no sólo no desaparece sino que el Gobierno de turno la amplía un poquito más, quizá para carcajearse de nuestra capacidad de aguante.

Sin embargo, por llamativo que parezca, en las tertulias siempre hay un Alfonso Rojo, un Paco Marhuenda. Escuchándolos, y convencido de que uno se enriquece con puntos de vista contrarios al suyo, a veces pienso que esta gente no piensa así de verdad sino amarrado por contrato a un personaje.

A Alfonso Rojo lo echó del plató de La Sexta Noche Iñaki López por llevar la discrepancia con Ada Colau a un terreno que sobrepasó el mal gusto. Lo de Paco Marhuenda es otro cantar. Su enfermizo seguidismo al Gobierno y a todo lo que huela a PP ha hecho que despida a la directora adjunta de La Razón, Esther Palomera, una periodista respetada que demuestra -en Al rojo vivo, Los desayunos, lo de AR- defender sus ideas con criterio e independencia.

Y eso, justo eso, es lo que no gustaba al Gobierno, que siendo de derechas les atizara a veces. Cada periódico, faltaría más, pone y quita a sus directivos. Pero Marhuenda es un pelele que ni los suyos respetan.