José Luis Pérez de Arteaga se ha ido demasiado pronto. A los 66 años. Después de acompañarnos durante los últimos 30 en 'Radio Clásica' y en algunas transmisiones de TVE. Delicioso fue asistir de su mano a tantos festivales de música. En Santander y Alicante. El vacío que deja es enorme. Su hueco, insustituible de verdad. Porque Pérez de Arteaga era la exquisitez personificada. Su dicción, limpia y redonda. Sus saberes, enciclopédicos. Su pronunciación en los distintos idiomas, inusualmente correcta.

Todo ello salpicado por un sentido del humor inteligente que lo hacían cercano y cómplice. Pérez de Arteaga derrochó bonhomía y buen hacer. Por su compostura siempre pareció mayor de lo que en realidad era. Y es que, por desgracia, en este mundo actual un ser como José Luis, culto y refinado, parecía un anacronismo de otro tiempo. Si detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, o viceversa, ahí estaba la delicadísima Almudena de Maeztu, tan enorme intelectualmente como él.

Es injusto que se haya ido sin un Premio Ondas bajo el brazo, algo que habla con elocuencia sobre determinados galardones que conceden las instituciones privadas. De José Luis Pérez de Arteaga nos quedan, afortunadamente, muchas horas de podcast en los que gozar de su sabiduría. Hoy lloramos por todas las que no podremos disfrutar, por toda esa radio inédita que se quedó sin escribir. Es un consuelo saber que vivió tan intensamente hasta el final. Cultivando su pasión. Disfrutando tanto divulgándola. Instalado en su mundo, un mundo mucho más hermoso que el real, por lo general tan chabacano.