Que desde una misma casa se pueda impulsar un proyecto tan excelente como 'No es un día cualquiera' y un producto tan olvidable como 'No es un sábado cualquiera' demuestra varias cosas. Por ejemplo, que la radio pública goza de una buena salud que ya quisiera disfrutar la televisión pública. Y es que cuando, tras la llegada de las televisiones privadas, las productoras comenzaron a hacer su agosto también en la santa casa de Prado del Rey, puede que empezase el principio del fin. No es que antes no las hubiese. Pero las de hace treinta años se acomodaban al sello TVE. Prointel de Chicho. La Trinca. Pepe Sámano. Europroducciones. O el propio Sergi Schaaff con Constantino Romero.

Mi mente me lleva a recuerdos de televisión pública pura y dura. Nada de esto queda a estas alturas. Parece como si los programas de la parrilla de TVE se tuviesen que circunscribir sólo a dos bloques. Los producidos en casa, normalmente modestos, de servicio público, que algunos tildan como televisión superada, o los formatos de productora. Con los que, erróneamente, TVE pretende competir en una liga que hace tiempo dejó de ser la suya.

Porque, ¿a quién no le invade un poco de vergüenza ajena asistir a una edición completa de 'No es un sábado cualquiera'?

El título ya es de por sí desafortunado. Lo decidiera quien lo decidiera, llegar a una casa donde desde hace 17 años se está produciendo algo tan sólido como 'No es un día cualquiera' con algo tan endeble como el programa de «prime time» al que aludimos, que va a durar en la parrilla dos Telediarios, ya fue de por sí una osadía. Mancillará la excelencia, y culminará con un sonado fracaso en audiencia. Esa que tanto parece importar a los responsables de TVE, vaya paradoja.