Lo mejor de la vuelta de 'Operación Triunfo' a la casa madre, TVE, no es que la directora de la academia, Noemí Galera, mantenga la llama del interés entre los seguidores de la emisión canora en 'El chat de OT', emisión que por pronto que termine sacará a los fieles unas ojeras de caballo, demacrados como Mario Casas en 'El fotógrafo de Mauthausen' -12 kilos ha perdido el actor para hacer de Francesc Boix, que fotografió el horror nazi bajo cuerda en el campo de concentración-, tampoco lo mejor de la vuelta de 'OT' a La 1 ha sido la espectacularidad de un plató monumental, luminoso y guay, ni siquiera lo mejor de la vuelta ha sido ver en otro registro al simpático Roberto Leal, que tenía la gran responsabilidad de hacer olvidar la forma de presentar, entre el paternalismo y un machismo social sutil y familiar, de Carlos Lozano.

No sé si vieron el programa. Pero si fue así, además de conocer a la tropa de aspirantes al olvido -no hay país que aguante tanto artista suelto, sobre todo porque cada cadena se ha propuesto criar a una caterva que ya empieza a causar problemas medioambientales-, se darían cuenta de que esa noche, a pesar del insufrible olor a azufre revenido, a diablo de manipulación informativa de seguidismo gubernamental, familiar en el Telediario de la casa, parecía que el aire era más respirable. ¿Se dieron cuenta pero no aciertan a sacar el dedo índice y señalar la razón del hecho comprobable por la ciencia? Yo les ayudo. Lo mejor de la vuelta de 'Operación Triunfo' a TVE no fue la vuelta de 'Operación Triunfo' sino la decisión de la casa de eliminar, como se elimina un furúnculo, la entrega de 'Hora punta'. Fue solo este lunes, pero ay qué gusto da. Si fuera para siempre hasta vería 'OT'.