"Aramburu. Da infancia á madurez" es el título de la antológica con la que el Museo de Pontevedra despedirá el año 2012. Una exposición pensada para ser un "cálido" homenaje a este artista nacido para la pintura en Pontevedra, ciudad a la que llegó siendo un niño en plena Guerra Civil con su familia, y que se vio obligado su propio camino en una trágica y oscura postguerra española y en los años de silencio que le siguieron.

El Sexto Edificio del Museo acogerá la exposición antológica de Aramburu, que reunirá un centenar de obras procedentes de distintas colecciones públicas y privadas de Galicia. El propio autor cederá un número importante para una muestra, de la que es comisario Celestino (Tino) Lores, promotor y presidente de la Fundación Camiño Portugués y público y rendido admirador del pintor.

La muestra será inaugurada el próximo 23 de noviembre y estará abierta al público hasta el 20 de enero de 2013.

La antológica de Aramburu brinda una oportunidad única al espectador de conocer una trayectoria que, como ocurrió con otros ilustres representantes de su generación - en la que se cuentas figuras como Víctor Casas Julián, Jaime Quessada o Raimundo Patiño- no tuvo salvo excepciones la proyección que merecía.

"Yo pretendía que en la exposición hubiese pinturas de los últimos 20 años,", explicaba el propio Aramburu en una entrevista publicada en FARO, "me parecía suficiente, pero el comisario, Celestino Lores, que por cierto estoy encantado de lo que está haciendo, tomó la decisión de que hacerlo desde que yo era niño y, claro, me van a salir los colores aunque tampoco a lo mejor lo que hago ahora vale tanto".

Aramburu pertenece a la llamada generación "de vanguardias y silencios", de la que forman parte un grupo de artistas que desarrollaron su actividad creativa a partir de la postguerra española. Es posterior a artistas que valora especialmente como Manuel Colmeiro, Laxeiro, Luis Seoane o Manolo Torres y anterior a la joven escuela artística gallega, marcada quizá a partir de la experiencia "Atlántica" en los años 80.

Un Manuel Aramburu en toda su plenitud creativa fue pensionado por la Diputación de Pontevedra en 1969 para estudiar en París, momento en que tiene la oportunidad de estudiar el impresionismo, por el que se siente atraído y cuya influencia nunca ha abandonado.