Anochecía sobre Lalín cuando en esta Redacción ya comenzaba a oler a madera y cartón quemado, el símbolo por antonomasia de la noche de San Juan. Y quien dice Lalín, puede decir Silleda, o Vila de Cruces, o Agolada, pues ni Rodeiro ni Dozón registraron solicitudes para encender hogueras. La noche del 23 al 24 de junio no es, astronómicamente, la noche más corta del año, pero sí puede entenderse como la más larga -con permiso de Nochevieja, claro- si atendemos a hasta qué hora puede prolongarse esta cena bajo las estrellas. Durante el fin de semana y ayer se encendieron en Deza 61 cacharelas que, además de servir para celebrar el solsticio de verano, han de saltarse para cumplir con la tradición y, de paso, pedir un deseo, o varios. El fuego, elemento purificador por naturaleza, también sirvió en algunos puntos de la comarca para quemar muebles viejos y demás enseres que puedan tener alguna relación con ese pasado con el que se quiere romper.

El agua es otros de los elementos mágicos de la noche de San Juan. En las zonas costeras, es de obligado cumplimiento el saltar sobre nueve olas para aumentar la fertilidad y eliminar las energías negativas. Esta vez la meteorología le jugó una mala pasada a los amantes dezanos de dicha velada. En el barrio de A Cacharela, la lluvia forzó a sus centenares de comensales a disfrutar de la velada bajo paraguas o incluso bajo sombrillas.

Eso sí, en muchas casas dezanas se mantuvo, hoy por la mañana, la tradición de lavarse la cara con la conocida como agua de San Juan, en la que se dejaron bajo el rocío pétalos de flores aromáticas. Hubo quien, también al despertarse, fue víctima de alguna broma de la que se conoce como Noite das Trangalladas, en la que se permite el cambio de aperos de labranza, cancillas de fincas y demás.