A la salida del sol, el santuario de A Franqueira acogía a decenas de romeros. Desde hace días, los senderos de subida al monte sintieron la presencia de los caminantes que, como cada año por estas fechas, se acercan al santuario, pero desde el sábado, el ritmo de llegadas fue incrementándose y, ayer, miles de personas -fundamentalmente de las provincias de Pontevedra y Ourense- acudieron a los actos religiosos, que presidió el obispo de la diócesis, Luis Quinteiro Fiuza.

La misa solemne y el ceremonial que acompaña a esta romería, con las danzas blancas y la salida de la procesión de la imagen llevada en un carro de vacas, son los aglutinantes de la fe en la Virgen, que se hacen patentes cada año llegado el 8 de septiembre.

Ofrecidos de rodillas, devotos que pasan sus manos por la imagen o pañuelos por su cara o que cruzan por debajo del altar donde la santa espera el final de la misa, son las muestras de cariño y esperanza de la multitud que cada año recala en este santuario.

Durante la misa solemne, el obispo vio la oportunidad para pedir a los asistentes "dejar a un lado las cosas que nos separan de los demás", como una forma de vivir la fe. "La Virgen nos pide que seamos hermanos de verdad y que ayudemos a los que tienen más dificultad...".

Después de pedir por que los niños y los jóvenes participen en este tipo de manifestaciones de fe, donde el mayor porcentaje son personas de mediana edad y mayores, el obispo también ensalzó la vida "como el bien más preciado del hombre" y dijo que la Virgen de A Franqueira "nos bendice y nos dice que no nos desanimemos aunque los caminos de la vida son duros y difíciles... Tenemos que darle las gracias a la Virgen por poder vivir la vida, tenemos que disfrutar de la existencia y poder compartir días como hoy".

Tras la misa, las tres danzas de A Franqueira y la popular contienda entre el moro y el cristiano, en la que siempre sale derrotado el discípulo de Mahoma -interpretados por Marcos Iglesias Muñoz, como cristiano; y por su hermano Juan Iglesias Muñoz, como moro-, son seguidas por los asistentes con aplausos.

La procesión se abre paso después entre las miles de personas. Las vacas del país que llevan a la imagen de la Virgen están perfectamente cepilladas y cubiertas por mantones.