Cerramos hoy esta aproximación bibliográfica a Valentín Paz Andrade a través de la mujer que le acompañó a todas partes durante 48 años, testigo primero, vigía adelantado de todos sus actos. Anteayer hablamos del nacimiento de Pilar, del noviazgo con Valentín, de sus viajes, de sus tertulias en Vigo y los proyectos en que estuvo metido, de los importantes personajes de la cultura gallega que fueron sus amigos. ..

Saber perdonar.- "Valentín €dice su viuda€ era de esas personas a las que no costaba nada perdonar. Ni denunció siquiera a quienes le dispararon en aquel atentado en que le metieron 5 balas en el cuerpo en la calle del Príncipe. Me contaba que, años más tarde, cuando esperaba en la puerta de Policarpo Sanz que le recogiera un coche junto a su secretario, Paco, se cruzó delante de ellos dos veces un señor mayor apoyado en un bastón que cuando pasaba ante ellos bajaba la cabeza, luego la levantaba€ Paco Rodríguez le preguntó quién era y Valentín le dijo: "Pobre, es el que me pegó el tiro que llevo dentro´. Y es que a mí me decía muchas veces: "Mira Pilar, todos tenemos una parte mala y una buena, vamos a quedarnos con la buena. Él siempre mantuvo muy buenas relaciones con la gente. Incluso cuando sufrió en septiembre de 1936 su primer destierro en Verín, le visitaban allí muchos conocidos que iban de tránsito por la carretera general a Madrid y se movía con la gente más acomodada del pueblo. Fue por un informe policial en el que decían que eso no era un destierro por lo que lo mandaron a Requeixo da Queixa, un lugar perdido del mundo, que solo tenía acceso por Trives. Pero fíjese, eso nos permitió conocernos. "

La primera carta de amor. Nunca salió a la luz este Valentín íntimo que se percibe a través de esta primera carta que le envió a Pilar, "Cildita", y que ella nos desvela ahora, 64 años después. La carta fue como el comienzo formal de una relación que duraría 48 años. El 12 de octubre de 1937 llegó a la casa de Pilar Rodríguez, entonces con 18 años, una pequeña arca tallada y con bombones y una carta preciosa. "Valentín escribía muy bien y tenía una vertiente muy sentimental". Me lee solo una parte: "...Cuando se evaporen las esencias dulces el arca se irá llenando de otras más perennes, las que destilan el sentimiento y la vida y se van traduciendo en palabras, en recuerdos... En este día, en tu día, sus votos van ligados a lo que talló el artesano anónimo. Que no la abras nunca, Cildiña, más que para aspirar la fragancia de la felicidad".

El hombre solidario. Declarada la guerra, Valentín ayudó a gente perseguida, según cuenta la viuda. "Eso fue anterior a mí matrimonio y de mi llegada a Vigo pero sé que ayudó a pasar gente a Portugal, o que escondió en un piso vacío de su amigo Ramiro Isla Couto a dos primos de Castelao€ Lo de estos fue una tragedia porque en ese tiempo desterraron a Valentín a Verín (destierro en el que le conocí) y los dos primos, tras cambiar de piso, entraron en un plan de huida en el "Eva", un barco que les recogía en el puerto. Sentían la muerte sobre sus talones simplemente por ser primos de Castelao. Locuras de aquel tiempo. Según me contó Valentín, hubo una delación, la policía rodeó a los que estaban dentro del barco, llegó a intentar hundirlo al ver que no salían, y ellos prefirieron morir de un tiro que entregarse".

Amigos tertulianos. A eso de la medianoche salían de la tertulia de la Alameda aquella pandilla llena de luminosas presencias. "Paseábamos de regreso a casa. Acompañábamos a Maside, que vivía por la Colegiata, hasta la altura de Carral; luego dábamos vuelta y acompañábamos a lo mejor a los Álvarez Blázquez hacia Marqués de Valladares y Maside volvía con nosotros. En fin, pasear y hablar, que no había televisión. En esa tertulia había unos más estables que otros. Recuerdo a Antón Beiras, por ejemplo, muy entusiasta de Galicia, entusiasta en general. Era muy cordial, extrovertido. Estaba muy volcado en aquel invento suyo, el vigoscopio. ¿Urbano Lugrís? Era un hombre físicamente imponente, muy irónico, discutía mucho con Prego de Oliver y dejaba los bares llenos de servilletas con sus dibujos. Otero Pedrayo era una catarata hablando, un chorro de vitalidad. Cuando venía a Vigo con su mujer, Josefina, comían en casa, igual que nosotros lo hacíamos en su casa de Trasalba. Ella murió bastante antes que él y después ya lo visitábamos en su piso de Ourense, donde lo cuidaban las hermanas de su mujer. Ya estaba muy mal, apenas se levantaba. Era un hombre cultísimo, hablaba de todo. Pedrayo era un hombre entrañable, muy cariñoso. Valentín era amigo de Vicente Risco, al que visitábamos en verano en su casa de Castro Caldelas y de Obella Vidal, médico y empresario, tenía en Vigo el Laboratorio Miguel Servet desde 1936, junto con Alexandre Bóveda. Fue uno de los fundadores de Zeltia junto a los Fernández...".