Reservados al descanso eterno de sus vecinos, los cementerios solo suelen recibir gente en entierros o en las visitas a las tumbas de los seres queridos. Velas, flores, unas palabras de recuerdo y muchas emociones forman parte del ritual, que cobra especial relevancia los primeros días de noviembre.

Sin embargo, hay lugares que, como Pereiró, merecen una visita por su belleza e historia, aunque su tierra no cobije a nuestros antepasados. Un recorrido por sus pasillos y panteones constituye una lección de arte y un repaso por la evolución de la ciudad. Por ello, estos días el Concello organizó una serie de visitas guiadas por el camposanto para dar a conocer su valor histórico y patrimonial. La última se celebra hoy a las 19.30 horas.

La ciudad de las almas

A finales del siglo XIX, Vigo vivía un momento de expansión económica y poblacional. Su crecimiento originó un problema hasta entonces inexistente: los cementerios se quedaron pequeños. Tan solo había dos: el de Picacho, en la zona del Berbés y con vistas al mar; y el de Santiago, donde las tumbas se hundían en sus tierras pantanosas.

La corporación local busca un emplazamiento para levantar un camposanto moderno y salubre. Finalmente se decide por la parroquia de Santa María de Castrelos, entonces a las afueras de la villa. La proximidad de los terrenos a las canteras graníticas de la zona facilitaban también el tallado de lápidas y la construcción de panteones. El nuevo cementerio de Pereiró ocupó 67.750 metros cuadrados repartidos en 16 grandes cuadrículas separadas por anchos pasillos arbolados más una vía central presidida por una capilla.

El proyecto respondió a un diseño de Jenaro de la Fuente y el Concello invirtió casi 100.000 pesetas en su construcción. Sería inaugurado en 1898 y el primero en estrenarlo sería un niño. Con los años se trasladaron los restos de los personajes ilustres que hasta entonces reposaban en el de Picacho. La próspera burguesía también escogió Pereiró como el lugar de su descanso eterno, levantando hermosos panteones y monumentos funerarios que convierten al camposanto en un museo al aire libre. En él se mezclan construcciones neogóticas, modernistas, eclécticas o neoclásicas.

Además, Pereiró es una guía viva de la historia de la ciudad. Sus pasillos acogen a ilustres políticos, empresarios, juristas, cineastas, editores y sindicalistas que marcaron el destino de la urbe olívica: Ángel de Lema y Marina, Antonio Sanjurjo Badía, José Elduayen Gorriti, José García Barbón, José Barreras Massó o Jenaro de la Fuente son algunos de ellos. Farodevigo.es te ofrece un recorrido por los panteones más destacados de esta ciudad de las almas:

Junto al cementerio religioso se halla el civil. En él, rebautizado como Jardín de la Memoria, moran los represaliados del 36 fusilados en los muros del camposanto. Un monumento les recuerda junto a las tumbas del concejal socialista Heraclio Botana y del escritor anarquista Ricardo Mella. En este espacio también se congregan las lápidas de quienes profesaban otras confesiones, como los evangelistas, los musulmanes o lla amplia colonia protestante alemana afincada en Vigo.

Un coche fúnebre de 1938

La visita guiada a Pereiró incluye una pequeña sorpresa: la carroza fúnebre. Se trata de un Dodge de madera tallada adquirido por el Concello en 1938 y que dio servicio a Vigo durante la mitad del siglo pasado. Costó 20.000 pesetas y fue adaptado y decorado para los servicios funerarios.

El vehículo ya se expuso el año pasado por estas fechas tras su rehabilitación. Su presencia en el cementerió vigués causó gran expectación, despertando curiosidad entre centenares de vigueses que desconocían su existencia.

La carroza fúnebre junto a los actores de las visitas teatralizadas, en el cementerio de Pereiró. // J. Lores