La historia de Cuba y los toros se remonta al siglo XVI. Es más, la isla celebró el primer festejo taurino de Iberoamérica en 1514, doce años antes que en México. Desde los tiempos coloniales las corridas de astados fueron un fenómeno imparables. Así en el siglo XIX, Cuba se convirtió en uno de los países más taurinos del continente con una veintena de recintos. Solo en La Habana había la Plaza Carlos II, con capacidad para 10.000 espectadores, y Plaza de Regla, que podría albergar a 6.000. Y por sus cosos pasaron grandes toreros, como Guerrita o Luiss Mazzantini. Pero con el fin de la dominación española se prohibieron las corridas por una orden militar dictada por el gobierno interventor norteamericano. Corría el año 1899 y pese a los intentos de rescatar la fiesta, ya nada volvería a ser igual.

Ahora, más de un siglo después, el Gobierno de México ha querido recordar toda esa historia con una magna exposición denominada "Cuba Brava" en el Museo Casa de México de la Habana. En ella la obra del pintor cubano-vigués Nelson Villalobos acapara un protagonismo central. Ésta no es la primera vez que el creador se aproxima al mundo de los toros. En 2003 expuso una gran muestra que bajo el título de "Las primeras Tauromáquias" recreaba en arte serigráfico la visión que inmortalizó Francisco de Goya sobre este espectáculo.

Una inmensa cabeza de toro que Villalobos dibujó en directo el mismo día de la inauguración es una de las obras más llamativas que se pueden apreciar en una exposición que desde su apertura se ha convertido en uno de los grandes atractivos culturales e incluso turísticos que ofrece hoy la capital cubana.

Además de pinturas y esculturas, en "Cuba Brava" se pueden ver numerosos objetos, documentos, fotografías -como la del propio Ernesto Che Guevara asistiendo a una corrida de toros en la madrileña Plaza de las Ventas-, carteles, vestidos, trastos de torear, cabezas de toros y fondos bibliográficos que ponen de relieve la estrecha relación de la tradición taurina con la isla caribeña. Buena parte de los objetos son propiedad del que fuera matador mexicano Rodrigo Galguera, cuya irrupción en el mundo de toreo fue apadrinada en su día por Curro Romero.

Detrás de la muestra -abierta hasta el 30 de agosto- está la mano de Javier Villaseñor, agregado cultural de México en Cuba. "La exposición es una breve muestra del pasado en común de nuestras naciones. Porque la tradición taurina, y la cultura del toro en su dimensión más vasta, conforma también una parte medular de la identidad plural, multifacética y complejísima de nuestro mundo hispánico", explica Villaseñor.