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Frío, orujo, magia e historia en una noche de "pesqueiras"

La captura de lamprea en los sillares de piedra que ya usaban los romanos encierra emociones y sensaciones difíciles de explicar

Antonio Caldelas y Víctor Blanco levantaron las redes tras pasar la noche en vela. // Iñaki Abella

Los titulares de las tradicionales pesqueiras situadas en el cauce medio-bajo del Ulla tienen mucho que contar, pues quienes usan esos sillares de piedra que ya empleaban los romanos para capturar lamprea son parte de la historia de Galicia, y su trabajo, siempre en horario nocturno, encierra vivencias y emociones difíciles de explicar si no se viven.

Antonio Caldelas Vidal es uno de los afortunados titulares de esas pesqueiras. Y hay que decir eso de afortunado no solo porque puede explotar un sistema de pesca ancestral, sino también porque lo hace en un marco privilegiado.

Pasar la noche con él, a la espera de que las lampreas caigan en la "trampa" que suponen las redes colocadas en los pasillos de las pesqueiras, puede ser toda una odisea, aunque el frío apriete como nunca y la jornada en vela no sirva para pescar ni un solo ejemplar.

Este conocido pescador de lamprea estrenó la temporada entre las ocho de la tarde del lunes, cuando llegaba el momento de colocar las nasas en el agua, y poco antes de las ocho de la mañana de ayer, cuando tenían que estar ya fuera del cauce fluvial.

Durante la noche tuvo que permanecer atento por si las lampreas "picaban", y lo hizo allí mismo a pie de río, en las pesqueiras de Herbón.

Ese período de doce horas es el que encierra toda la magia y el misterio de las pesqueiras. Es también el momento de que el licor de hierbas y la caña de orujo ayuden a combatir el frío, con ayuda de la lumbre dentro de una pequeña caseta levantada de forma rudimentaria a orillas del Ulla.

Esa construcción minúscula levantada como puesto de vigilancia en el que resguardarse y que recuerda mucho las cabañas de los pastores en la alta montaña, resulta especialmente salvadora cuando las temperaturas se desploman, como sucede con mucha frecuencia.

El ruido provocado por la fuerza del agua era por momentos atronador, y con la oscuridad de la noche parecía propagarse todavía más. Era un sonido tan relajante como intimidante que no permite olvidar que los remolinos que se forman donde el Ulla se rompe contra los sillares de piedra pueden ser traicioneros, incluso mortales de necesidad.

De ahí el respeto que merece la profesión de Caldelas, y de ahí, también, las medidas de precaución que adopta, esta vez acompañado de un viejo amigo, Víctor Blanco.

La noche avanzó entre chistes y vivencias bien contadas, entre un cigarro negro y otro o entre un chupito de caña y un poco de café solo, bien cargado. El caudaloso Ulla puede dar miedo de madrugada. Pero el temor se confundía poco a poco con admiración. Los recuerdos se agolpaban y el aire puro refrescaba los pulmones, casi congelándolos cada vez que había que salir del refugio para levantar la redes y ver si las lampreas habían llegado. Fue una noche en las pesqueiras. Una velada repleta de historia, como todas las que rodean la pesca del preciado y primitivo pez cartilaginoso al que todos conocen ya como la "dama del Ulla".

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