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Los días previos al inicio de la pesadilla

Servicio de Urgencias del Hospital do Salnés Noé Parga

Shaowei Liu tuvo claro desde el principio que el coronavirus se extendería por todo el mundo. “Hoy en día, una persona que a mediodía come en Madrid puede cenar por la noche en Shangai”. De modo que en enero de 2020, él y su familia ya empezaron a comprar mascarillas y dejaron de reunirse con no convivientes. Cuando viajaban, se autoconfinaban en sus casas por responsabilidad y respeto hacia los demás. “Mi hermana estaba en China, y al volver hizo dos cuarentenas voluntarias, sin que nadie se lo pidiese. La primera al aterrizar en Madrid, y la segunda al llegar a Vilagarcía, porque en ese momento ya había muchos casos en Madrid”, recuerda Shaowei Liu, un empresario chino afincado en la capital arousana desde que era niño.

Eso sí, admite que jamás creyó que el nuevo coronavirus provocaría los estragos a nivel planetario que ha causado, y que no creía que las democracias occidentales se atreviesen a confinar en sus casas a toda la población, por temor a los costes políticos. Pero daba por hecho que habría casos en O Salnés.

Shaowei Liu | CEDIDA

Otros emigrantes chinos asentados en la comarca arousana pensaban lo mismo que él, y observaban con gran preocupación como los europeos minusvaloraban el riesgo. También les asustaba la insistencia de los políticos y técnicos españoles en que no hacía falta poner mascarilla. Los chinos sabían que estaban mintiendo porque no había suficientes tapabocas en Europa y no querían sembrar el pánico.

"Los chinos no poníamos las mascarillas, pese a que queríamos protegernos, para que la gente no pensase que estábamos enfermos”.

Shaowei Liu - Empresario

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“Los chinos sabíamos que las mascarillas eran necesarias para frenar la pandemia, y las teníamos. Pero no nos las poníamos porque las autoridades españolas daban el mensaje de que solo tenían que llevarlas las personas enfermas. Así que nosotros no las poníamos, pese a que queríamos protegernos, para que la gente no pensase que estábamos enfermos”.

Manuel Castro

Al igual que él, muchos sanitarios arousanos sabían que era cuestión de tiempo que el coronavirus llegase a la comarca. Pese a todo, Manuel Castro, enfermero en el centro de salud de Vilanova, afirma que, “muchos compañeros veíamos el coronavirus como algo lejano”. “Creíamos que la epidemia se había descontrolado en China porque no tenían una buena infraestructura sanitaria, pero que nosotros estábamos mejor preparados y seríamos capaces de controlarla. Y en cambio al final fue al revés”.

Manuel Castro

Sin embargo, a medida que pasaban los días, y llegaban noticias cada vez más aterradoras de Italia y Madrid, la sensación entre los profesionales de la sanidad fue cambiando. Y apareció el miedo, “porque nos enfrentábamos a algo desconocido”, recuerda Castro.

“Creíamos que la epidemia se había descontrolado en China porque no tenían una buena infraestructura sanitaria

Manuel Castro - Enfermero

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La semana transcurrida entre el despreocupado jolgorio del domingo 8 de marzo (ese día, la comarca celebró la multitudinaria Festa do Momo), y el pavor del fin de semana siguiente también fue muy intensa en los ayuntamientos.

Xurxo Charlín

El de Cambados fue de los primeros en comprar gel hidroalcohólico, y el concejal de Economía, Xurxo Charlín, cuenta que lo adquirieron, “después de los primeros brotes en Italia”. “Vimos que tarde o temprano llegaría aquí”, sostiene el edil. De modo que instalaron jaboneras en todos los edificios públicos, recordando la experiencia de la pasada Gripe A.

También se imprimió un folleto con información sobre el coronavirus para repartir en los colegios. Y proporcionaron a cada policía local un kit compuesto por una botellita de gel, una mascarilla y unos guantes, “por si tenían que contactar con algún positivo”.

Xurxo Charlín | NOÉ PARGA

“Lo que nosotros pensábamos era que el coronavirus llegaría aquí y que provocaría un problema sanitario. Pero para nada pensamos que se declararía el estado de alarma y que veríamos a la gente encerrada en sus casas durante meses”, prosigue Charlín.

"Entiendo que la gente que trabaja en alimentación o emergencias debió de pasar por momentos muy difíciles”

Xurxo Charlín - Concejal

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La situación fue empeorando día tras día desde el 8 de marzo de 2020, hasta el extremo de que desde esa fecha, “ya era imposible comprar gel. El proveedor incluso nos preguntó si nos había sobrado alguno para darle”. Fueron días duros, aunque nada comparable con lo que siguió al estado de alarma. “Dejabas a la familia sola en casa y te veías solo en la calle. Era una situación que metía miedo. Entiendo que la gente que trabaja en alimentación o emergencias debió de pasar por momentos muy difíciles”.

Mascarillas a 15 euros cada una

Cuando Shaowei Liu empezó a comprar mascarillas FFP2 desechables, en enero de 2020, costaban un euro la unidad. “En abril llegaron a los 15 euros cada una”, recuerda. También se disparó el precio de las quirúrgicas. Xurxo Charlín afirma que las primeras que compraron costaban un euro cada una. Pero unas pocas semanas después el mercado europeo enloqueció a consecuencia del desabastecimiento, y “llegaron a pedirme tres euros por cada una”.

Cambados logró los protectores para su plantilla gracias a las compras realizadas antes y a las donaciones hechas por un bazar chino de la localidad y un podólogo. También utilizaron un millar de piezas (FFP2 con filtro, las llamadas egoístas) que habían sobrado del Prestige.

Una semana de vértigo: de las multitudes del Momo un domingo a las carreras en el supermercado del jueves

El 8 de marzo de 2020 (domingo), Vilagarcía acogió una manifestación feminista con cientos de asistentes. Por la tarde, se celebraron actos públicos por el 8-M en Cambados y O Grove. En Vilanova, más de 10.000 personas se dieron cita en la Festa do Momo. En el desfile no faltaron las sátiras relativas al coronavirus. Horas antes, la escultura del Momo situada en el paseo marítimo había amanecido con una mascarilla puesta. Pero no todo era alegría y despreocupación en la comarca arousana. Por la mañana, los curas explicaron en las misas que habían recibido instrucciones del Arzobispado. Había que retirar el agua bendita de la entrada de las iglesias y dejar de dar la comunión en la boca.

Al día siguiente, 9 de marzo, algunos curas ya admitían que probablemente no se podría celebrar como siempre la fiesta de San Benito, prevista para el día 21. El párroco de Meis avanzaba que iba a pedir a los feligreses que no pasasen el pañuelo por el manto de la imagen del santo.

El 10 de marzo, una universitaria de Vilagarcía que estudia en Madrid contaba a FARO que, “hay colas en los supermercados y se ven estanterías vacías”. Un consultor informático de Cambados afincado también en la capital de España explicaba que su empresa le había mandado a teletrabajar. Ese mismo día por la noche, una ambulancia trasladaba a Montecelo a un camionero de Meis de 45 años que había estado en Madrid y que presentaba síntomas de coronavirus. Era el primer vecino de la comarca infectado. La pesadilla había llegado.

El 11 de marzo, la situación empezó a complicarse mucho. El Ayuntamiento de Cambados instaló un software para que su plantilla pudiese trabajar desde casa. El de Valga suspendió todos los actos públicos, incluido un festival en Vilarello para el que ya se habían vendido 1.000 entradas. También empezaron a adoptar medidas las empresas, y la cooperativa Paco & Lola implantó el teletrabajo, suspendió las visitas enoturísticas a la bodega y todos los viajes al extranjero hasta junio. Aún así, seguían celebrándose actos públicos masivos, incluidos mítines para las autonómicas.

El 12 de marzo se perciben las primeras compras “búnker” en los supermercados de O Salnés, y los hosteleros sufren una cascada de anulaciones de reservas. En los juzgados de Vilagarcía, pegaron líneas en el suelo para que los ciudadanos no se aproximasen demasiado a los mostradores y colocaron gel hidroalcohólico en la puerta. Los funcionarios estaban muy preocupados por su exposición al público, al igual que los trabajadores de supermercados o farmacias.

El 13 de marzo se adoptan nuevas medidas. Los ayuntamientos cierran los parques infantiles y los centros culturales y deportivos. Se suspenden los mercados ambulantes. En el Hospital do Salnés, el personal trabajaba a toda prisa para crear un circuito específico para los enfermos respiratorios. Ese viernes, la asistencia a clase fue voluntaria, y solo acudieron el 20% de los alumnos de Primaria.

El 14 de marzo fue un día de contrastes. Por la mañana, la plaza de abastos de Vilagarcía aparecía llena de gente, al igual que los supermercados. Pero hacia el anochecer, la ciudad parecía un desierto. El Gobierno declaraba el estado de alarma, y en el Hospital do Salnés recibían a su primera paciente de COVID, una mujer de 70 años.

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