“Es un campo difícil para el Celta en lo que a estadística se refiere”, constata Coudet. El entrenador argentino conoce la maldición de Mendizorroza y se aúpa sobre ella. De su mano llegó la pasada temporada el primer triunfo celeste en el campo vitoriano en Primera División. Sucedió de manera solvente (1-3). Pero en abril, con el deshielo de la primavera. Su Celta se enfrenta hoy a lo que cualquier invasor en Rusia, esa General Invierno que en Vitoria no perdona siquiera en otoño.

Suele tocarle al Celta este viaje a la capital alavesa cuando los termómetros se congelan. Las previsiones meteorológicas apuntan a que la temperatura no superará este mediodía los cinco grados y a una sensación térmica que bordeará el cero.

“No podemos poner excusas del clima”, asegura el argentino, que en otro desplazamiento sí había valorado la influencia de los factores ambientales. “Volvemos a lo que nos pasó en Elche y es otro tipo de circunstancias; entonces, temperatura muy alta y el campo iba a estar seco. Ahora, no, porque si no, no podríamos jugar en invierno. No es algo que me preocupe”.

Durante la fructífera etapa de José Manuel Esnal, Mané, al frente del Alavés en el cambio de siglo (1997-2003) se edificó la leyenda de que el equipo blanquiazul nunca perdía cuando la cima del vecino Gorbea vestía su txapela blanca. La nieve se ha aliado con los locales en muchas ocasiones.

Pero también contra este elemento es posible triunfar. Lo consiguió el conjunto vigués el 6 de marzo de 2005. Mendizorroza amaneció nevado. El árbitro Sánchez Izquierdo se empeñó en jugar. Bajo los copos anotó Jandro un histórico triplete que impulsó al Celta de Fernando Vázquez hacia el ascenso y a él, hacia un jugoso contrato con el Alavés. Año de nieve, año de bienes, aunque hoy no se esperan precipitaciones sólidas hasta la tarde.