No consigue apurar todas sus posibilidades, que no son pocas, a la hora de sellar en su justa dimensión los ingredientes esenciales de este thriller apoyado en el psicópata de turno, que hereda elementos del cine negro nórdico, con Millenium en primer plano.

Y es una lástima, porque hay cosas interesantes, especialmente en la primera mitad, y un afán por fundir las imágenes con el entorno urbano, una Vitoria-Gasteiz que se palpa a veces. El obstáculo que impide que la película cumpla todos sus objetivos hay que buscarlo en la devaluación que sufren determinados aspectos, en concreto la descripción de parte de los personajes que se encargan de encauzar un desenlace coherente y consistente.

Es obvio que el director Daniel Calparsoro, que ha transitado por estos entornos muy a menudo, hasta el punto de que sus tres últimos largometrajes -El aviso, Invasor y Ausentes-, se ubican en sus dominios, se ha visto superado a la hora de dar salida a los ingredientes idóneos. De todos modos, no se puede hablar de puro fracaso teniendo en cuenta momentos que contribuyen a crear un clima de misterio innegable. De ahí que su adaptación de la novela homónima de Eva María Saenz de Urturi no se diluye por completo.

Esta es la primera parte del fenómeno literario de la trilogía de La ciudad blanca (Planeta), que ha atraído a más de 700.000 lectores en España. El cierre de la misma, Los señores del tiempo, está en las librerías desde el 2 de octubre de 2018. Con un estimable punto de partida, la aparición en la cripta de la catedral de dos nuevos cuerpos desnudos, un chico y una chica, que siembran de temor y miedo la ciudad, se van poniendo los primeros resortes de una historia que tiene terribles antecedentes. Por eso se ha recurrido a policías solventes que saben lo que hacen, entre ellos el detective Unai Kraken, la subcomisaria Alba y la inspectora Estíbaliz, con el fin de encontrar cuanto antes las claves de lo sucedido. Una circunstancia que abre paso a una romance inacabado que está un tanto forzado.