Es una muestra de las dotes interpretativas de la actriz Octavia Spencer, que ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel en la cinta de Tate Taylor ‘Criadas y señoras’ y que está considerada como una de las profesionales más brillantes de su generación, pero hacían falta más virtudes para que un producto de las características de El sótano de Ma, un thriller de terror con diseño de pesadilla infernal, llegase a buen puerto. Y eso que se dan coincidencias a tener en cuenta, en concreto que el director vuelve a ser Tate Taylor y que este último y la actriz son amigos en la vida real, lo que supone que se compenetren mucho en la pantalla

Pero, por encima de todo, lo que se echa de menos es una historia más sólida e inquietante que conduzca al espectador a una situación límite donde el horror, en forma de horribles mutilaciones, campe a sus anchas.

El teatro de los sangrientos crímenes que se suceden es una pequeña localidad norteamericana de Ohio, en la que un hecho nimio, la llegada de una adolescente, va a cambiar el curso de los acontecimientos. El problema es que la nueva estudiante se mete sin saberlo en la boca del lobo al pretender que una vecina solitaria, con la que apenas ha intercambiado unas palabras, les facilite el alcohol que ellos, al ser menores de edad, no pueden con-seguir. Es más, en el paquete completo que Sue Ann—que es como se llama—les regala silo aceptan se incluye el que puedan ocupar para sus fiestas un sótano muy apropiado para guateques.

Desde el momento en que se llega a un acuerdo entre las adolescentes y la mujer afroamericana que tan «generosamente» les acoge, se abre un sendero siniestro y macabro que conduce al terror más sádico que puede uno imaginarse. Es así como un relato que parecía una aventura juvenil. A veces incluso un tanto aburrida con los habituales y nada exagerados ingredientes sexuales se transforma en una antesala de un terrible matadero.

La subida de tono es radical y es cierto que en esos instantes la calidad narrativa del director se hace presente, pero sin romper esquemas