Hay quien todavía sostiene que no debemos considerar cine las películas de animación. Y quizás, siendo estrictos, siendo bazinianos, siendo, por qué no, un poco reaccionarios, sea cierto: el cine, entendido como un dialogo entre una cámara y lo que está frente a ella, no tiene nada que ver con los trabajos de animación.

¿Pero acaso es cine entonces el 90% de Avatar, creado por ordenador y llevado a la pantalla sin necesidad de utilizar ninguna cámara? Sea o no sea cine, es obvio que la animación se ha convertido en uno de los motores de la siempre renqueante industria cinematográfica española, a la que, por cierto, han dejado tirada en una cuneta después de darle el definitivo tiro de gracia.

La opera prima de Fernando Cortizo, la primera que se realiza en España en stop-motion y 3D, comparada tras su presentación en el Festival de Sitges con trabajos de Tim Burton o Jan -vankmajer, es en realidad una película profundamente gallega y hay que leerla, mas allá de su trama algo esquemática, como una aproximación sensorial, casi espirituosa, a la imagen mítica de la Galicia más misteriosa. O Apóstolo sobresale por aquello que generalmente no logran la mayor parte de las películas: un tono, un ambiente, casi un olor enrarecido, como de moho de bosque brumoso. Siguiendo el esquema de visitante inocente que se adentra en un pueblo maldito, O Apóstolo combina con acierto en algunos momentos un sentido del humor con una visión negra del mundo, en una mezcla que remite de forma inevitable al gran Wenceslao Fernandez Florez, autor del ya clásico 'El bosque animado', donde juntaba de manera magistral el misterio de los bosques gallegos con un peculiar sentido del humor.