Las cintas de Disney y Pixar se reproducen repetidamente en las televisiones de las casas donde hay niños. Sorprende que una misma película pueda ser fuente de entretenimiento inagotable para los pequeños cuando cuando ya la han visto tantas veces que a los padres les ha dado tiempo a memorizar a los personajes, la trama principal e incluso las secundarias. ¿Cuál es la razón por la que no se cansan de ver las mismas una y otra vez?

La explicación se apoya en dos factores. Por un lado, los niños aprenden y asimilan el conocimiento mediante la repetición de patrones. Además, como aún se están desarrollando, captar los detalles y comprender lo que está pasando en la pantalla les cuesta más que a los adultos, que ya conocen el lenguaje del cine y sus recursos (utilización de planos, saltos temporales, etc.). Solo con los sucesivos visionados los niños se familiarizan con la trama y memorizan los personajes que aparecen en ella —además de disfrutar en mayor medida, porque al conocer el transcurso de la historia, el esfuerzo cognitivo para atenderla es menor.

Por otra parte, ver las cintas repetidas veces proporciona a los pequeños seguridad y aumenta su autoestima. ¿La razón? Saben con anticipo lo que va a ocurrir, por lo que se sienten seguros y tienen la sensación de tener las cosas bajo control. Además, cuando han aprendido el desarrollo de la trama, las canciones o los personajes, sienten la necesidad de celebrar ese pequeño éxito€ Volviendo a ver la película para confirmar sus "predicciones" o cantando al mismo tiempo que los personajes.

Este factor explica la curiosa reacción de los pequeños cuando están viendo películas: se ríen segundo antes de que la escena graciosa tenga lugar o se tapan los ojos cuando el malo de la película ni siquiera ha aparecido en la pantalla. Como ya han visto la cinta, asocian las emociones que sintieron cuando la vieron por vez primera y repiten ese comportamiento en los sucesivos visionados.

Cuanto más mayores, menos repetimos

Este 'modus operandi' desaparece a medida que nos hacemos mayores. Ver una película más de una vez puede resultar tedioso para los adultos, y solo si nos ha encantando o no la hemos llegado a entender del todo volvemos a verla. Nuestro cerebro cesa eventualmente de producir dopamina con la repetición constante de una cinta (o una canción, o del disfrute de una onza de chocolate) porque se acaba cansando del estímulo positivo.